Padre Fernando Pascual L.C.
Los hombres y mujeres de buena voluntad pueden hacer mucho para defender a los más débiles: pobres, enfermos, ancianos, “heridos por la vida”, niños, embriones y fetos.
Especialmente por este último grupo de personas, que son eliminados continuamente a través del recurso al aborto. Aborto que se produce en hospitales o en lugares carentes de toda higiene, o a través de píldoras “anticonceptivas” que tienen también efectos abortivos, o con el recurso a la espiral, tan difundida en muchos ambientes sociales.
El derecho a la vida no depende de las leyes. De lo contrario, sería algo sometido al arbitrio de los parlamentos, de los grupos de poder, de las sentencias de los jueces.
La medicina existe para promover la salud del hombre. En los últimos años puede hacerlo con técnicas e investigaciones de frontera, con experimentos que aparecen continuamente en los medios de comunicación y llenan de esperanza a millones de enfermos, a veces creando ilusiones excesivas o suscitando deseos de experimentaciones que no ofrecen verdaderas perspectivas de curación.
Familia, fecundación artificial y ética
La técnica permite realizar sueños imposibles. Desde la multiplicación de las cosechas hasta los transplantes de corazón, toda una enorme variedad de ventajas y de conquistas se abren ante nuestros ojos de ciudadanos modernos y asombrados.
Dicen por ahí que todo aborto debe ser “seguro”. La fórmula “aborto seguro” se opone a “aborto inseguro” (o aborto peligroso). Para evitar la “inseguridad” en el aborto habría que permitir (algunos querrían también promover, o incluso imponer) el aborto en condiciones de “higiene” y de “seguridad”.
Una señal de progreso de un pueblo es el esfuerzo por superar las discriminaciones, las violencias y las injusticias hacia los miembros más débiles de la sociedad.
La historia nos muestra que tal progreso no ha sido nunca fácil, que se han dado avances y retrocesos. Millones de seres humanos han sido perseguidos o maltratados de mil maneras, simplemente por ser diferentes, pero, sobre todo, por tener una capacidad reducida de defensa, por ser débiles.
No resulta fácil, en algunos ambientes, hacer ver los males inherentes a ciertas técnicas de fecundación artificial. Sobre todo, porque tales técnicas son presentadas en sus no pocos “resultados buenos”, mientras se cubre de silencio todo el mal que las acompaña.
El diagnóstico prenatal permite conocer “algo” acerca de la salud y las características (no todas) del hijo que ha iniciado su vida. Las distintas técnicas informan sobre el sexo, la configuración genética, las posibles deformaciones durante los primeros meses de embarazo.
Pero algunos los diagnósticos son peligrosos. Por ejemplo, la amniocéntesis, si es realizada demasiado pronto o por personal no muy adiestrado, provoca no pocas veces la muerte de algunos hijos o serios daños en los mismos.
¿Derechos para los monos?
Resulta fácil tomarse a broma propuestas que surgen, entre algunos grupos sociales y políticos de los países desarrollados, a favor del reconocimiento y defensa de algunos “derechos” para los grandes simios y similares (gorilas, orangutanes, chimpancés, etcétera).
Si dejemos de lado las bromas y las paradojas jurídicas que nacerían de aprobarse tales propuestas, nos daremos cuenta de que estamos ante un tema sumamente serio: ¿existe una diferencia radical entre el hombre y los animales?
La ley puede otorgar ciertos derechos. Pero hay derechos que existen por encima de la ley.
El derecho a ser curado, a ser atendido como enfermo, es anterior a cualquier ley. Como también es derecho del enfermo el decidir si seguir o no seguir un tratamiento concreto si tiene motivos válidos para pedir una cosa u otra.