Padre Fernando Pascual L.C.
Lo propio de la tentación consiste en “tentar”, atraer, sugestionar, absorber, arrastrar. Especialmente cuando la tentación consigue presentarse como algo “bueno”, como una solución para los problemas personales, o como la conquista de caminos fáciles para la felicidad.
Pero la tentación pierde casi toda su fuerza seductora cuando dentro del alma hay una certeza profunda: Dios se interesa por mí, Dios me busca, Dios me acompaña, Dios me salva, Dios me ama.
Existe un peligro a la hora de pensar en los mandamientos de la Ley de Dios y en los mandamientos de la Iglesia: verlos como una obligación, como una carga, como una ley más o menos pesada.
Cuando pensamos así es fácil que se suscite en uno la pregunta: ¿hasta dónde puedo llegar sin “faltar” a la norma? ¿Hasta qué punto me estaría permitido un acto que llega al límite de la transgresión, pero que todavía estaría dentro de la regla?
Nos gusta vivir con libertad, escoger nuestros pasatiempos, ir con quienes amamos y disfrutar del sol en el verano y de la nieve en el invierno.
Nos cuesta someternos a otros, o descubrir que la vida, con sus sorpresas, rompe nuestros planes.
Un accidente, la enfermedad de un familiar, un despido en el trabajo, nos impiden el vuelo y, tal vez, nos dejan una sensación de frustración, de fracaso, al no poder realizar nuestros sueños.
Eso son los mártires de todos los tiempos: luces en una noche oscura, señales de la fuerza de Dios en corazones fuertes que dirigen cuerpos frágiles.
Los verdugos, los enemigos de Dios y del hombre, saben que pueden insultar, denigrar, calumniar, perseguir, enjuiciar, encarcelar, condenar, mutilar, asesinar, a hombres y mujeres que viven según el Evangelio, que prefieren la verdad a la mentira, que dicen no a la injusticia para dar un sí al amor sincero.
Eso son los mártires de todos los tiempos: luces en una noche oscura, señales de la fuerza de Dios en corazones fuertes que dirigen cuerpos frágiles.
Los verdugos, los enemigos de Dios y del hombre, saben que pueden insultar, denigrar, calumniar, perseguir, enjuiciar, encarcelar, condenar, mutilar, asesinar, a hombres y mujeres que viven según el Evangelio, que prefieren la verdad a la mentira, que dicen no a la injusticia para dar un sí al amor sincero.
Cuando pensamos que Dios necesitó del hombre para ofrecer su Amor salvador. Cuando pensamos que quiso venir al mundo para caminar a nuestro lado. Cuando pensamos que el Cuerpo de Jesús necesitó una Madre que lo acogiese y amase para estar entre nosotros. Cuando pensamos que no hay Redención sin efusión de Sangre, y que no hay Sangre sin Encarnación... Entonces no podemos dejar de mirar a María, y llamarla, con el corazón lleno de esperanza, usando uno de sus títulos más bellos de la piedad mariana: “Madre de la divina misericordia”.
Cuando pensamos que Dios necesitó del hombre para ofrecer su Amor salvador. Cuando pensamos que quiso venir al mundo para caminar a nuestro lado. Cuando pensamos que el Cuerpo de Jesús necesitó una Madre que lo acogiese y amase para estar entre nosotros. Cuando pensamos que no hay Redención sin efusión de Sangre, y que no hay Sangre sin Encarnación... Entonces no podemos dejar de mirar a María, y llamarla, con el corazón lleno de esperanza, usando uno de sus títulos más bellos de la piedad mariana: “Madre de la divina misericordia”.
Los ojos de Dios
Hay ojos que nos miran con afecto. Nuestro corazón, en esos momentos, experimenta un profundo sentimiento de paz y de sosiego. Alguien nos quiere, alguien nos aprecia, alguien piensa en ti y en mí.
También Dios abre las nubes y nos sonríe cada día. Detrás de una lluvia, del sol, de las estrellas, y dentro de cada hoja, de cada jilguero, de esa hormiga trabajadora, nos acompaña, nos comprende, nos mira con un cariño especial. La vida es distinta cuando nos dejamos penetrar por esos ojos del Dios bueno.
Los ángeles del cielo
¿Qué son los ángeles? Espíritus que contemplan a Dios y que viven en medio del misterio. Espíritus que participan de la alegría divina y colaboran en sus planes sobre los hombres débiles y necesitados de ayuda y protección.
Por eso los ángeles sufrirán, de algún modo que no podemos imaginar, al ver que hay corazones que se cierran al amor o pierden la esperanza. O se alegrarán profundamente cuando vean que otros corazones lloran por sus pecados e inician el camino del regreso al Amor de Dios.
¿Ves aquella estrella que brilla en lo más alto del cielo? Pues ya no existe. Quizá desapareció hace millones de años. Lo que ahora nos llega es la luz de un astro que fue muy hermoso, que pertenece al pasado, que ya no está en ningún sitio.