Todo
el amor humano junto, todas las experiencias de afecto juntas, todas
las sensaciones de placer juntas son apenas como una gota en un océano
que es Dios. Para poder decir esto, no se puede hablar de memoria; hay
que partir de la propia experiencia de Dios. Yo creo absolutamente que
el hombre que en algún momento de su vida ha tocado a Dios jamás podrá
encontrar en el amor humano un sustitutivo. Si el hombre de hoy vive
obsesionado por este amor humano, si está rabioso de placeres, se debe
a que su sed de felicidad no se satisface aquí abajo con las cosas de
aquí abajo. Ojalá pudiéramos ofrecerles a todos los hombres esta
experiencia de Dios. Les sabría a ajenjo todo lo sensible frente a la
dulzura de Dios.