Sin embargo, no olvide una cosa: la cruz no lo es todo. Cristo murió en
ella para resucitar; y así la cruz se convierte en signo de victoria.
La cruz, por tanto, en la vida del cristiano, es sólo la condición de
su felicidad, la puerta hacia el gozo, la paga a la comunión con Cristo
y al amor del Padre. Fijarse en la cruz y no ver más que el dolor, es
como vivir sin esperanza. Busque usted en la cruz de todos los días a
Cristo resucitado, porque sólo la resurrección da sentido a la cruz.
"Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, seríamos los
más infelices de los hombres" (1 Co 15,17)