Creo
que el mejor antídoto para sus problemas es la sencillez. Procure ser
sencillo ante Dios, aceptar su plan, la vocación, como un difícil y
largo camino en lucha constante contra sí mismo, contra las pasiones,
buscando formar el hombre nuevo y estando dispuesto a aceptar sus
limitaciones en este camino. Todos quisiéramos tener un corazón que
sólo amara a Dios, una voluntad que sólo apeteciera a Dios, un
temperamento sin conflictos, una emotividad controlada..., sin embargo,
Dios quiere que le amemos tal como somos, que le sigamos con nuestros
defectos, para que brille en nosotros su gracia.