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Ciudad de las flores
Fue un día lluvioso la primera vez
que me asomé a la ciudad de la eterna primavera.
Los campos lucían verdes y limpios por la lluvia.
Un vaho de nostalgia húmeda reinaba en el contorno.
Me dejó un sabor muy agradable,
sabor de clima templado y amable sol,
de montañas verdes, pobladas de pinos y robles.
Sabor de paz y de melancolía,
de luz y de alegría,
de serenidad.
He vuelto muchas veces.
Cuernavaca es siempre una ciudad de fiesta.
Por doquier se divisan flores,
en tal abundancia, colorido y variedad,
que bien bautizada está
como la ciudad de la eterna primavera.
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