La abnegación nos la puso Jesucristo como condición indispensable para
poder seguirle. Es verdad que resulta molesta y fastidiosa para nuestra
naturaleza, pero no se consigue un oro fino sin pasarlo por el crisol,
ni se levanta un hermoso edificio sin ahondar en la tierra y poner unos
fuertes cimientos. No hay vida sin sacrificio, sin penas, sin luchas,
pero qué consuelo tan grande para los que creemos en Cristo: nada
quedará sin escribirse en el libro de la vida, ni esa renuncia que te
supone el mejor cumplimiento de tus compromisos, ni el sacrificio que
hagas para colaborar con tu equipo, ni la cruz que implica vivir con
autenticidad y valentía tu cristianismo dentro del Movimiento.