También
los cimientos de la perseverancia deben erigirse sobre la roca de la
abnegación. Y al hablar de la abnegación, no quiero hablar de simple
resignación, sino de una disposición de apertura a Cristo crucificado
que nos ha enseñado a descubrir en la cruz el camino de la fecundidad y
de la paz. Quien desee perseverar debe amar la cruz, ya que sin cruz no
hay Cristo y sin Cristo no hay perseverancia. Ojalá que ames mucho la
cruz por amor a Cristo; ojalá que la cruz sea tu ilusión; especialmente
esa cruz que se llama caridad, que se llama obediencia, que se llama
pureza de intención, que se llama... en fin, tiene muchos nombres.