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Oración a la Divina Misericordia 1

Oraciones a la Divina Misericordia

Acudo a Tu misericordia Dios Compasivo, ya que sólo Tú eres bondad.  Aunque mi miseria es grande y mis ofensas muchas, confío en Tu misericordia porque eres el Dios de la misericordia y desde tiempo inmemorial nunca se ha oído, ni el cielo ni la tierra recuerdan, que un alma confiada en Tu misericordia, haya quedado decepcionada.

Oh Dios de piedad, sólo Tú puedes justificarme y jamás me rechazarás, cuando yo, arrepentida, me acerque a Tu Corazón misericordioso, del cual nadie ha sido rechazado jamás, aunque haya sido el pecador más grande (Diario, 1730). [Porque tu Hijo me aseguró:] Antes el ciclo y la tierra se vuelven a la nada, que Mi misericordia deje de abrazar a un alma confiada (Diario, 1777).

Oh Jesús, Amigo del Corazón solitario, Tú eres mi puerto, Tú eres mi paz, Tú eres mi única salvación, Tú eres la serenidad en los momentos de lucha y en el mar de dudas.  Tú eres el rayo brillante que ilumina el sendero de mi vida.  Tú eres todo para el alma solitaria.  Tú comprendes al alma, aunque ella permanezca callada.  Tú conoces nuestras debilidades y como un buen médico consuelas y curas, ahorrándonos sufrimientos, como un buen experto (Diario, 247).

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En acción de gracias

Oh Jesús, Dios eterno, Te agradezco por Tus innumerables gracias y bendiciones.  Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de agradecimiento a Ti, oh Dios.  Que cada gota de mi sangre circule para Ti, Señor.  M ahm es todo un himno de adoración a Tu misericordia.  Te amo, Dios, por ser Tú Mismo (Diario, 1794).

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A los pies de Cristo en la Eucaristía

Jesús, Divino Prisionero del Amor, cuando considero Tu amor y como Te has anonadado por mí, mis sentidos desfallecen.  Encubres Tu majestad inconcebible y Te humillas rebajándote a mí, un ser miserable.  Oh Rey de la Gloria, aunque ocultas Tu hermosura, el Ojo de mi alma desgarra el velo.  Veo a los Coros de Angeles que Te honran incesantemente y a todas las Potencias Celestiales que Te alaban sin cesar y que Te dicen continuamente: Santo, Santo, Santo.

Oh ¿quién comprenderá Tu amor y Tu misericoricordia insondable hacia nosotros?  Oh prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche.  No sé de ninguna objeción a esta adoración, y aunque estoy físicamente lejos de Ti, mi corazón está siempre Contigo.  Nada puede impedir mi amor hacia Ti.  No existe ningún obstáculo para mí. (Diario, 80).

Oh Santa Trinidad, Dios Uno e Indivisible, bendito seas por este gran regalo y testamento de misericordia (Diario, 81).

Te adoro, Creador y Señor, oculto en el Santísimo Sacramento.  Te adoro por todas las obras de Tus manos, en las cuales se me revela tanta sabiduría, bondad y misericordia.  Oh Señor, has esparcido tanta belleza sobre la tierra y ella me habla de Tu belleza, aunque es sólo un pálido reflejo de Ti, belleza incomprensible.  Y aunque Te has escondido y ocultado, y has ocultado Tu belleza, mi ojo, iluminado por la fe, llega hasta Ti y mi alma reconoce a su Creador, a su Bien supremo y mi corazón se sumerge completamente en una plegaria de adoración.

Creador y Señor mío, Tu bondad me animó a conversar Contigo.  Tu misericordia hace que desaparezca el abismo que separa al Creador de la criatura.  Hablar Contigo, oh Señor, es el deleite de mi corazón.  En Ti encuentro todo lo que mi corazón puede desear.  Aquí Tu luz ilumina mi mente permitiéndole conocerte a Ti cada vez más profundamente.  Aquí torrentes de gracias fluyen sobre Tu corazón, aquí mi alma obtiene la vida eterna.  Oh Creador y Señor mío, además de ofrecerte estos dones, Tú Mismo Te entregas a mí y Te unes íntimamente a Tu criatura miserable (Diario, 1692).

Oh Cristo, tengo mi mayor deleite cuando veo que Tú eres amado, que resuenan Tu honor y gloria y especialmente la alabanza a Tu misericordia.  Oh Cristo, hasta el último instante de mi vida no dejaré de glorificar Tu bondad y misericordia.  Con cada gota de mi sangre, con cada latido de mi corazón glorifico Tu misericordia.  Deseo transformarme por completo en un himno de Tu adoración.  Cuando me encuentre en mi lecho de muerte, que el último latido de mi corazón sea un himno amoroso de alabanza a Tu insondable misericordia (Diario, 1708).

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A la Madre de Dios

Oh María, Madre y Señora mía.
Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella.  Pongo todo en tus manos, oh mi Madre.
Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo.
Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su mali-
cia bajo una máscara de virtud (Diario, 79).  Fortalece mi alma, para que el dolor no la quebrante.  Madre de la gracia, enséñame a vivir en Dios (Diario, 315).

Oh María... una espada terrible ha traspasado Tu santa alma.  Nadie sabe de Tu sufrimiento, excepto Dios.  Tu alma no se quebranta, sino que es valiente porque está con Jesús.  Dulce María, une mi alma a Jesús, porque sólo entonces podré resistir todas las pruebas y tribulaciones, y sólo mediante la unión con Jesús, mis pequeños sacrificios complacerán a Dios.  Dulcísima Madre, continúa enseñándome sobre la vida interior.  Que la espada del sufrimiento no me abata jamás.  Oh Virgen pura, derrama valor en mi corazón y protégelo (Diario, 915).

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El "Acuérdate" a San José

La Beata Sor Faustina escribió en su Diario: "San José me pidió tenerle una devoción constante. Él mismo me dijo que rezara diariamente tres oraciones y el "Acuérdate " una vez al día.  Me miró con gran bondad y me explicó lo mucho que está apoyando esta obra.  Me prometió su especialísima ayuda y protección.  Rezo diariamente las oraciones pedidas y siento su protección especial (Diario, 1203).

El "Acuérdate" es la oración a San José que toda la Congregación religiosa de Sor Faustina recitaba diariamente:

Acuérdate, oh purísimo esposo de María y mi amadísimo guardián, San José, que jamás se ha oído decir que alguno de los que han implorado tu protección y pedido tu ayuda, ha sido dejado sin consuelo.

Animada con esta confianza, acudo a ti con todo el fervor de mi espíritu, me encomiendo a ti.  No desprecies mi súplica, oh Padre Adoptivo del Salvador, antes bien, dígnate recibirla favorablemente y concedérmela.  Amén.

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Para obtener la gracia de ser misericordioso con los demás

Esta oración nos permite medir nuestra misericordia, es un espejo en el que nos observamos como "Cristos misericordiosos".  Podemos convertirla en nuestra invocación matutina y en nuestro examen nocturno de conciencia.

¡Oh, Santísima Trinidad!  Cuantas veces respire mi pecho, cuantas veces lata mi corazón, cuantas veces pulse la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número de veces que deseo glorificar Tu misericordia.

Deseo transformarme en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor.  Que este más grande atributo de Dios, es decir Su insondable misericordia, pase a través de mi corazón y mi alma al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de " prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y penosas.

Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio.  Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo.  A nadie le rehusaré mi corazón.  Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad.  Y yo misma me encerraré en el Misericordiosísimo Corazón de Jesús.  Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.  Que Tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.

Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia.
El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea.
El segundo: la palabra de misericordia. Si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras.
El tercero: la oración. Si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración.  Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar.

Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo (Diario, 163).

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Para obtener un corazón misericordioso

Oh Jesús, comprendo que Tu misericordia va más allá de la imaginación y por tanto Te suplico que hagas nú corazón tan grande que pueda contener las necesidades de todas las almas que viven sobre toda la faz de la tierra.  Oh Jesús, mi amor se extiende más allá, hasta las almas que sufren en el purgatorio... Haz mi corazón sensible a todos los sufrimientos de mi prójimo, sean de cuerpo o del alma.  Oh Jesús mío, sé que Te comportas con nosotros como nosotros nos comportamos con el prójimo... Haz mi corazón semejante a Tu Corazón misericordioso (Diario, 692).

Oh Jesús, haz a mi corazón semejante al Tuyo, o más bien transfórmalo en Tu propio [Corazón] para que pueda sentir las necesidades de otros corazones y, especialmente, de los que sufren y están tristes.  Que los rayos de la misericordia descansen en mi corazón. (Diario, 514).  Jesús, ayúdame a pasar por la vida haciendo el bien a todo el mundo (Diario, 692).

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Para obtener conversión de los pecadores

Jesús le dijo a la beata Sor Faustina:

Tú siempre Me consuelas cuando rezas po los pecadores.  Tu oración que más Me agrada es la oración por la conversión de los pecadores.  Has de saber, hija Mía, que esta oración es siempre escuchada (Diario, 1397).

En otra ocasión le dijo:

Deseo que conozcas más profundamente el amor que arde en Mi Corazón por las almas y tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión. Apela a Mi misericordia para los pecadores, deseo su salvación.  Cuando reces esta oración con corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la gracia de la conversión.  Esta oración es la siguiente:

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.(Diario, 186 - 187).

Nuestro Señor hizo esta promesa especificamente a la beata Sor Faustina, pero si rezamos esta oración con la misma pureza de intención, tenemos motivo para creer que Dios la cumplirá.

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Oración de la Beata Sor Faustina por los pecadores

Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, Te suplico e imploro Tu misericordia para los pobres pecadores.  Dulcísimo Corazón de " Señor, lleno de piedad y de misericordia insondable, Te suplico por los pobres pecadores.  Oh Sacratísimo Corazón, Fuente de Mise-ricordia de donde brotan rayos de gracias incon-cebibles sobre toda la raza humana.  Te pido luz para los pobres pecadores.  Oh Jesús, recuerda Tu amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya.  Oh Jesús, cuando considero el alto precio de Tu Sangre, me regocijo en Su inmensidad porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los pecadores.  Aunque el pecado es un abismo de maldad e ing,,@ati'-tud, el precio pagado por nosotros jamás podra ser igualado.  Por lo tanto, haz que cada alma confíe en la Pasión del Señor y que ponga su esperanza en Su misericordia.  Dios no le negará Su misericordia a nadie.  El cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se agotará la misericordia de Dios. ¡Oh, qué alegría arde en mi corazón, cuando contemplo Tu bondad in-concebible, oh Jesús mío!  Deseo traer a todos los pecadores a Tus pies para que glorifiquen Tu miseri-cordia por los siglos de los siglos (Diario, 72).

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Para obtener una comprensión de Dios

     Jesús, dame la inteligencia, una gran inteligencia sólo para que pueda conocerte mejor; porque cuanto más Te conozca, tanto más ardientemente Te amaré.  Jesús, Te pido una inteligencia poderosa para que pueda comprender las cosas divinas y elevadas.

Jesús, dame una gran inteligencia con la que llegaré a conocer Tu esencia divina y Tu vida interior, trinitaria (Diario, 1474).

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En tiempo de sufrimiento

Un pensamiento de la beata Sor Faustina:

Oh, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de felicidad.  Un día, conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no podremos sufrir.  El momento actual es nuestro (Diario, 963).

Jesús, no me dejes sola en el sufrimiento. Tú sabes, Señor, lo débil que soy.  Soy un abismo de miseria, soy la nada misma.  Por eso, ¿qué habría de extraño si me dejaras sola y yo cayera?  Soy una recién nacida, Señor, por eso no sé sostenerme por mí mísma.  Sin embargo, a pesar de todo abandono, confío, y a pesar de mis sentimientos, confío y me estoy transformando completamente en la confianza, muchas veces a pesar de lo que siento.  No disminuyas ninguna de mis aflicciones, sólo dame fuerza para soportarlas.  Haz conmigo lo que Tú quieras, Señor, sólo dame la gracia de poder amarte en cada acontecimiento y circunstancia.  Señor, no disminuyas mi cáliz de amargura, sólo dame fortaleza para que pueda beberlo todo (Diario, 1489).

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Para tener amor de Dios

Dulcísimo Jesús, incendia mi amor por Ti y transfórmame en Ti, divinízame para que mis obras Te sean agradables.  Que eso pueda ser obtenido por el poder de la Santa Comunión que recibo diariamente. ¡Cuánto deseo ser completamente transformada en Ti, oh Señor! (Diario, 1289).

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Para ser fiel a la voluntad de Dios

Oh Jesús, tendido sobre la cruz, Te ruego, concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de Tu Padre, en todas las cosas, siempre y en todo lugar.  Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que Te ruego, Jesús, que de Tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan: Hágase Tu voluntad, Señor.  Oh Salvador del mundo, Amante de la salvación humana, [Tú] que entre terribles tormentos y dolor, Te olvidaste de Ti Mismo para pensar en la salvación de las almas, compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de Tu Padre... (Diario, 1265).

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Por los sacerdotes

Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele amor y luz de Tu Espíritu, da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti, Señor.  Señor, danos sacerdotes santos; Tú Mismo consérvalos en la santidad.  Oh Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de Tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para atrapar al las almas de los sacerdotes.  Que el poder de Tu misericordia, oh Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes ya que Tú lo puedes todo (Diario, 1052).

Te pido, oh Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes ante los cuales me confesaré durante toda mi vida (Diario, 240).

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Por la patria

Jesús Misericordiosísimo, Te pido por la intercesión de Tus Santos y, especialmente, por la intercesión de Tu Amadísima Madre, que Te crió desde la niñez, Te ruego bendigas a mi patria.  Jesús, no mires nuestros pecados, sino las lágrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que sufren.  Jesús, en nombre de estos inocentes, concédeme la gracia que Te pido para mi patria.  En aquel instante vi al Seiíor Jesús con los ojos llenos de lágrimas y me dijo: Ves, hija mia, cuánta compasión les tengo; debes saber que son ellos los que sostienen el mundo (Diario, 286).

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Para tener una buena muerte

¡Oh Jesús misericordioso, tendido sobre la cruz, ten presente la hora de nuestra muerte! ¡Oh Corazó misericordiosísimo de Jesús, abierto con una lanza, protégeme a la hora de mi muerte! ¡Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una fuente de insondable misericordia para mí en la hora de mi muerte! ¡Oh Jesús agonizante, Rehén de la misericordia, apacigua la ira divina en la hora de mi muerte! (Diario, 813)

Oh Jesús mío, que los últimos días de mi destierro sean completamente conformes a Tu santísima voluntad.  Uno mis sufrimientos, mis amarguras y mi agonía a Tu sagrada Pasión y me ofrezco por el mundo entero para obtener una abundancia de misericordia para las almas.  Confío firmemente y me someto por completo a Tu santa voluntad que es la misericordia mísma. Tu misericordia será todo para mí en la última hora... (Diario, 1574)

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Para obtener la Divina Misericordia

Oh Dios de gran misericordia, bondad infinita, hoy toda la humanidad clama, desde el abismo de su miseria, a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios; y grita con la potente voz de la miseria.  Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra.  Oh Señor, bondad inconcebible que co noces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, Te imploramos, anticípanos Tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y a la hora de la muerte.  Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última venida, ese día que conoces sólo Tú.  Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza; a través de Su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entramos en el cielo (Diario, 1570)

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