Pasar al contenido principal

La Virgen María

Nazaret, tarea educativa de María

(Lc 2, 51-52) 

María, con la espada bien clavada en el corazón, sale del templo, adolorida. Jamás hubiera pensado que fuera tan duro ser la madre de Dios. Tuvo que redimensionar mucho sus pensamientos. Ese santo orgullo que sintió en Belén por ser la madre de Dios, por tener entre sus manos al mismo Hijo de Dios, ahora ese mismo orgullo viene purificado por la espada de dolor. 

Mujer de la Hora Final

“Ahora y en la hora de nuestra muerte” Creo que suena mejor en latín, sobre todo cuando se canta: Nunc et in hora mortis nostrae. Entonces parece que el canto rítmico de la oración condensa las súplicas más agonizantes del corazón humano en esas últimas palabras: “Ahora y en la hora de nuestra muerte”.

María...

María mira emocionada a Jesús niño. Con ella contemplamos al que es la Vida.

María envuelve a Jesús en pañales. Con ella cuidamos toda vida.

María acoge en su corazón, junto a Jesús, a muchos nombres. Con ella aprendemos a levantar las vidas caídas.

María pone en un pesebre al Salvador. Con ella colocamos en cada corazón la bendición y la ternura de Dios.

María, puesta en manos del Espíritu, permanece siempre abierta a la acción creadora de Dios.

María...

Agosto es un mes cargado de festividades marianas, muchas advocaciones que se celebran alrededor del 15, día que a mitad de mes es fiesta mayor de muchos pueblos… es un mes imbuido de ese ambiente, como “al baño María”. Ella es la más santa, la más perfecta, la venerada: “Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48), dice María.

María

María es un monumento de caridad,

maestra de todas las virtudes.

Es nuestro modelo.

¡Nunca podremos imaginar

lo grande que es María!

Está toda revestida

de la Palabra de Dios.

Aquél "conservaba todas las Palabras

en su corazón " (cf. Sal. 119,11)

significa que las vivía.

María era totalmente la Palabra,

sólo la Palabra.

Ser la Palabra viva

significa revivir en la tierra a María.

Si, al tratar de amar,

el amor se hace recíproco,

Cristo reina entre dos o más.

María y los primeros cristianos

El amor a María no es un invento tardío o una superstición introducida por el emperador Constantino. Ya hemos visto los textos del Evangelio. Y, si leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, veremos que aquellos primeros cristianos del siglo I: Perseveraban unánimes en la oración con María, la madre de Jesús (Hech 1, 14). No podían vivir solos, necesitaban del apoyo y del amor maternal de María, para no equivocarse en la fe. Y María les daba ejemplo y acudía con ellos a la misa diaria.

María, una mujer inmensamente feliz

María fue una mujer inmensamente feliz... Su presupuesto era de dos reales. No tenía dinero, coche, lavadora, televisor ni computadora, ni títulos académicos. No era directora del jardín de niños de Nazareth. Tampoco presumía de nombramientos, como Miss Nazareth. María a secas. No salió en la televisión ni en los periódicos.

Pero poseía una sólida base de fe, esperanza y caridad y de todas las virtudes. Tenía gracia y santidad...Tenía a Dios, y, a quien tiene a Dios, nada la falta.

María, una misión y una respuesta

Muchas veces, escuchamos a personas que hablan de María, cómo si fuera alguien muy distinto a nosotros y por lo tanto, alguien a quien no se puede imitar porque está muy lejos de ser una persona como cualquiera de nosotros. Resulta ser todo lo contrario, a María la debemos imitar todos.

María era una persona, igual a cada uno de nosotros, no sabía que era una criatura excepcional y le costaba hacer las cosas, igual que a cualquiera. Y nosotros podemos encontrar en ella muchas cosas que imitar.

María, nos defiende del maligno

María nos defiende del poder del maligno, que siempre está al acecho para hacernos pecar y alejarnos de Dios. Y, en caso de pecar, Ella, como buena madre, nos busca y nos espera para presentarnos arrepentidos ante Jesús.

San Alfonso María de Ligorio cuenta en el libro Las Glorias de María la famosa historia de Teófilo, escrita por Eutiquiano, patriarca de Constantinopla, testigo ocular de esta historia y confirmada por san Pedro Damián, san Bernardo, san Buenaventura y otros.

María, la que más conoce y mejor puede enseñar

Conversión: cambio, nueva vida, hombres y mujeres nuevas. El Reino de Dios está cerca. El reino del Diablo se acabó. De ahí el cerrar la puerta al pasado y abrirla a la nueva vida. Arrepentirse del pecado: dejar la enemistad con Dios, dar la espalda al pecado en todas sus formas. La nueva religión exige un rompimiento fuerte con la vida anterior, la vida que era la muerte en el pecado y en la desvergüenza. El que no nace de nuevo no puede ser cristiano, como afirmaba Jesús a Nicodemo.