Nazaret, tarea educativa de María
(Lc 2, 51-52)
María, con la espada bien clavada en el corazón, sale del templo, adolorida. Jamás hubiera pensado que fuera tan duro ser la madre de Dios. Tuvo que redimensionar mucho sus pensamientos. Ese santo orgullo que sintió en Belén por ser la madre de Dios, por tener entre sus manos al mismo Hijo de Dios, ahora ese mismo orgullo viene purificado por la espada de dolor.