María nos defiende del poder del maligno, que siempre está al acecho para hacernos pecar y alejarnos de Dios. Y, en caso de pecar, Ella, como buena madre, nos busca y nos espera para presentarnos arrepentidos ante Jesús.
San Alfonso María de Ligorio cuenta en el libro Las Glorias de María la famosa historia de Teófilo, escrita por Eutiquiano, patriarca de Constantinopla, testigo ocular de esta historia y confirmada por san Pedro Damián, san Bernardo, san Buenaventura y otros.
Era Teófilo arcediano de la Iglesia de Adana, ciudad de Cilicia, y tan estimado por todos que el pueblo lo quería por obispo. Pero algunos malévolos lo calumniaron y él concibió tal sentimiento contra ellos que fue a buscar a un brujo para que, invocando a Satanás, hiciera daño a sus adversarios. El brujo le dijo que primero debía él renegar de Jesús y de María y ponerlo por escrito. Y Teófilo lo firmó con tal de conseguir sus deseos de venganza.
Pero el obispo, al poco tiempo, dándose cuenta de que le habían calumniado sin motivo, le pidió perdón y lo repuso en su puesto. Entonces, Teófilo se dio cuenta de su gran error y con gran remordimiento empezó a llorar amargamente. ¿Qué hacer? Se fue a una iglesia y, postrado ante una imagen de la Virgen, le rogaba y le pedía perdón. Así estuvo cuarenta días, hasta que una noche la Virgen se le apareció y le dijo:
- ¿Qué has hecho, Teófilo? ¿Has renegado de mí y de mi Hijo? ¿Has vendido tu alma al diablo? Consuélate, pediré por ti.
Animado con esto, siguió rogando y llorando para obtener el perdón de Dios. Al cabo de nueve días, se le volvió a aparecer la Virgen María y le dijo:
- Dios te ha perdonado, sé fiel y agradecido.
Pero siguió pidiendo hasta que consiguió que Dios hiciera aparecer el escrito que había firmado, en el que renegaba de Jesús y de María, para quemarlo y así poder quedar tranquilo, y ser hasta el fin de sus días muy agradecido a Dios por medio de la Virgen, que le consiguió así la salvación .
El padre Carmagnola cuenta que, asistiendo en la cárcel a una mujer que había sido acusada injustamente, le pidió que perdonara a su denunciante. Pero ella le dijo que eso nunca lo haría. Parecía que era imposible hacerle comprender la importancia del perdón para que pudiera vivir sin odios y sin deseo de venganza. Por fin, el sacerdote le dio una estampa de la Virgen y le dijo que le rezara para que pudiera perdonar o, al menos, que le diera algunos besos para obtener esa gracia. A los dos días, la prisionera tenía un brillo especial en los ojos. Y le dijo:
- Padre, la Virgen me concedió el milagro de poder perdonar. Ahora rezo por la persona que me calumnió y siento como si un peso de mil toneladas se hubiera quitado de mí. Me siento ligera y en paz. ¡Qué grande es el poder de la oración por intercesión de María!
San Juan Bosco llamaba a la devoción a María, la bancarrota del diablo y decía que la obra salesiana descansaba sobre el amor a María. Por eso, afirmaba que podía abandonar muchas devociones, pero no el rosario. Un día, el político y escritor italiano Massimo D´Azeglio lo visitó y le dijo que era hora de terminar con el rosario en sus escuelas. Pero Don Bosco le contestó: Prefiero renunciar a su amistad a dejar de rezar el rosario en nuestras escuelas.
El 20 de agosto de 1862 tuvo un sueño inspirado por Dios. Vio en un prado, donde jugaban los jóvenes, una gran serpiente de siete u ocho metros de largo y muy gruesa. Pero un desconocido personaje celestial le dijo: Agarra una cuerda y amarra la cabeza de la serpiente, sujetando la cuerda a un peral y a una ventana. El personaje metió la cuerda en una cajita y, cuando la volvió a abrir, formaba las palabras Ave María. Y le dijo: Mira la serpiente, representa al demonio y la cuerda el avemaría o, mejor el rosario, que es una serie de avemarías, con las cuales se puede vencer y destruir a todos los demonios del infierno.
Pero la serpiente se desesperaba de estar amarrada y se iba muriendo, poco a poco, soltando pedazos de carne, que algunos chicos comenzaron a comer, cayendo al suelo envenenados. El personaje de dijo: Hay dos remedios para curarlos del veneno: el yunque y el martillo. El martillo significa la confesión y el yunque la comunión. Es necesario hacer uso de estos dos medios para librarnos del maligno.
En las apariciones de María en Medjugorje, decía a los videntes: Recen mucho y hagan que el rosario esté siempre en sus manos como una señal para Satanás de que ustedes me pertenecen... Lleven sobre sus personas cosas benditas, pónganlas en sus casas y vuelvan al uso del agua bendita.
El obispo Andrea Gemma, obispo exorcista de Isernia (Italia), decía: Satanás no puede soportar el rezo del rosario... He visto cómo, con frecuencia, una gota de agua bendita echada a la cabeza del poseído, produce una reacción furibunda con exclamaciones de intenso dolor... Lo mismo digo del rosario bendito y de las reliquias de los santos... Así he comprendido que la Iglesia ha hecho muy bien en multiplicar bendiciones de objetos y personas y lugares .
San Luis Orione les decía a los miembros de su Congregación el 4 de diciembre de 1937: Estamos en la novena de la Inmaculada. Es tan grande el privilegio de la Inmaculada Concepción que este privilegio ha desatado en el demonio una inmensa rabia y odio. Por eso, cuando se quiere saber, si una persona está poseída por el demonio, un medio fácil es hacerle repetir: Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Los posesos dicen el Gloria al Padre, dicen el Avemaría, pero esta jaculatoria no la quieren repetir... Una posesa decía algunas letras: ía... cado... vida; pero no repetía la jaculatoria entera... Por eso, cuando seáis sacerdotes, si os llaman para hacer exorcismos, os doy una señal clara para reconocer si son o no endemoniados; pues podría ser histerismo o pueden darse extraños fenómenos nerviosos o enfermedades que la ciencia puede explicar y, a veces, curar. La señal es: Si repite la jaculatoria: “Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”, estad tranquilos, no está poseído, es una enfermedad; pero, si no la repite, estad seguros que el diablo ha tomado dominio de su cuerpo .
Un día, en pleno exorcismo, el pobre paciente estaba en el colmo de su desesperación a causa de que le echaba agua bendita, lo ungía con óleo bendito y, sobre todo, invocaba a María. Entonces, empezó a llorar, volviendo la cabeza hacia la imagen de María, y dijo: “Ella lo hace todo”.
La historia de veinte siglos de catolicismo no es más que una resplandeciente confirmación de esta soberana decisión de Dios: Todo por María. Sentirlo decir por el demonio ha sido una de las más grandes alegrías de mi vida religiosa y sacerdotal y la confirmación de un programa de vida, que es mío desde siempre .