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Vocación de San Pablo

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La Vocación de San Pablo

LLAMADO ARROLLADOR QUE TRANSFORMA AL PERSEGUIDOR EN APÓSTOL. 

"Saulo, que todavía respiraba amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para la sinagoga de Damasco, para traer presos a Jerusalén a cuantos hombres y mujeres hallase adeptos a esta doctrina. 

Caminando a Damasco, ya se acercaba a esta ciudad, cuando de repente lo cercó de resplandor una luz del cielo. Y cayendo en tierra oyó una voz que decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Y él respondió: "¿Quién eres tú Señor?". Y el Señor le dijo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, dura cosa es para ti dar coces contra el aguijón". 

Él entonces dijo..."Señor, ¿qué quieres que haga?" Y el Señor le respondió: "Levántate y entra en la ciudad, donde se te dirá qué debes hacer". Los que lo acompañaban estaban asombrados, oyendo, sí, la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó de la tierra, y aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada. Tomándolo de la mano lo llevaron a Damasco. Durante tres días se quedó sin ver y sin tomar alimento ni bebida. 

Estaba en Damasco un discípulo llamado Ananías a quien se dirigió el Señor diciéndole: "Ananías". "Aquí estoy, Señor", respondió Ananías. "Levántate", le dijo el Señor, y ve a la calle llamada Recta; y busca en casa de Judas a un hombre de Tarso llamado Saulo, que ahora está en oración". Respondió Ananías: "Señor, he oído decir a muchos que este hombre ha hecho grandes daños a tus santos en Jerusalem, y viene con poderes de los sumos sacerdotes para encarcelar a todos los que invocan tu nombre". "Ve a encontrarle, le dijo el Señor, porque este hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre delante de todas las naciones, y de los reyes, y de los hijos de Israel. Yo le haré ver cuántos trabajos tendrá que padecer en mi nombre". 

Fue Ananías, entró en la casa, impuso las manos a Saulo y le dijo: "Saulo mi hermano, el Señor Jesús que se te apareció en el camino me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". Al momento cayeron de sus ojos unas como escamas y recobró la vista. Levantándose fue bautizado. Habiendo tomado alimentos recobró fuerzas". (Hechos de los Apóstoles IX, 1 a 19). 

Perseguidor generoso. 

Saulo era el más encarnizado enemigo de la Iglesia primitiva: convencido de la verdad del judaísmo, quería exterminar la secta cristiana. "Han oído hablar, escribirá más tarde a los Gálatas, el modo con que en otro tiempo vivía yo en el judaísmo, con qué furia perseguía a la Iglesia de Dios y la desolaba, y cómo me señalaba en el judaísmo más que muchos de mis compatriotas, siendo en extremo celoso de las tradiciones de mis padres"(I, 13-14). 

Este encarnecimiento de perseguidor revela en Pablo una cualidad fundamental: "estaba lleno del celo de la gloria de Dios" (Hechos XXII, 3) queriendo servir al Señor con fogosidad y abnegación sin medida. Su generosidad al servicio divino lo empujaba a perseguir sin piedad a los cristianos. Se comprende que esta cualidad preparó a Pablo para su vocación. 

Origen de la vocación. 

Al hablar de su vocación, Pablo la hace remontar mucho antes del acontecimiento que se produjo en el camino de Damasco. Afirma que "Dios lo había llamado por su gracia, desde el seno materno" (Gal I-15). Al origen de su existencia, aún antes de su nacimiento, Pablo había sido señalado por la vocación. Dios se lo había apartado o lo había escogido, es decir que había separado a Pablo de los demás hombres y del mundo, para tomar posesión de su vida, reservándoselo para sí. Lo había llamado por su gracia, es decir que por un favor enteramente gratuito, había decidido hacerle oír su llamamiento. En este sentido fue predestinado a la vocación. 

La infancia, la juventud de Saulo y aún su actitud de perseguidor, estaban en realidad impregnados y ordenados por esta predestinación: toda su vida estaba orientada, sin darse cuenta, hacia el momento en que la vocación se iba a revelar. 

Encuentro con Cristo vivo. 

Iba a llegar Saulo al término de su viaje, cuando queda cegado por la luz de Cristo y echado por tierra. No ve el rostro de Jesús pero oye su voz: "¡Saulo, Saulo! ¿por qué me persigues? Yo soy Jesús a quien tú persigues". 

Saulo creía que Jesús estaba muerto, bien muerto y que su lamentable fin sobre la cruz era la señal de la reprobación de Dios para su obra. Cuando he aquí que de pronto se da cuenta de la potencia triunfadora de este Jesús que le prueba que está vivo, puesto que lo detiene y lo tira por tierra. Saulo encuentra a Cristo gloriosos, a un Cristo rodeado de luz sobrenatural. 

En toda vocación, desde ahora, el llamamiento procede de Cristo resucitado. La fuerza divina de la resurrección está comprometida en el llamamiento; por este motivo la vocación es un misterio de vida nueva, un misterio de gozo, felicidad y alegría. 

Llamado de Cristo. 

Jesús se aparece a Saulo identificado con su Iglesia, puesto que se proclama perseguido. La persecución contra los cristianos alcanza personalmente a Cristo. 

Desde luego Jesús detiene e interpela a Saulo en el camino de Damasco como jefe de su Iglesia. El autor del llamado es Cristo en su Iglesia. Se puede decir que con Jesús está toda la Iglesia dirigiéndose a Saulo para llamarlo y para provocar la transfiguración de perseguidor en apóstol. 

Por este motivo la Iglesia tiene parte en la vocación: cuando Cristo llama lo hace por y para la Iglesia, y en nombre de la Iglesia. El llamamiento es por demás un servicio voluntario en la Iglesia y por la Iglesia: apego a Cristo y servicio de la Iglesia son una sola y misma cosa. 

Respuesta de Saulo. 

"Señor, ¿qué quieres que haga? (Hechos XX, 10). Es notable la docilidad de Saulo al llamamiento de Dios. Venía a Damasco con voluntad firme de perseguir a los cristianos violentamente y he aquí que deja todo lo que quería hacer y no busca ya mas que conocer la voluntad de Jesús. Se ofrece con una disponibilidad sin límites. Su generosidad al servicio de Cristo. 

Saulo es el modelo de la aceptación de la vocación. Para él, el llamado echaba por tierra su vida y sus convicciones. Pero este llamado fue recibido por un alma grandemente abierta. 

Misión que da Dios a Pablo. 

"Este hombre, dijo el Señor a Ananías, es para mí un instrumento de elección para llevar mi nombre delante de todas las naciones, de los reyes y de los hijos de Israel". Del primer perseguidor, Cristo quiere hacer el mayor apóstol de la Iglesia primitiva, el que llevará a cabo el más extenso trabajo de evangelización entre las naciones paganas. 

El pasado de Saulo no será un obstáculo para esta misión; de perseguidor que fue ahora será mucho más ardiente para proclamar y extender la fe en Cristo. Pudiera suceder que ciertas personas, llamadas por el Señor para una misión apostólica importante, hayan tenido un pasado aparentemente poco de acuerdo para esta misión. Pero este pasado no es para ellas un obstáculo, porque la vocación opera una renovación del alma, pone fin a un período de la existencia e inaugura un nuevo destino. 

Llamado al sacrificio. 

Cristo declara aún: "Yo mismo le haré ver todo lo que tendrá que sufrir por mi nombre". La vocación confiere a Saulo la eminente dignidad de apóstol, pero lo destina al mismo tiempo al sufrimiento. Una misión apostólica no puede cumplirse sin sacrificio, y Pablo tendrá que experimentarlo. 

La vocación, llamamiento para seguir a Cristo, es siempre un llamado a unirse a su sacrificio, compartir su Pasión para cooperar a la salvación del mundo. A los que llama especialmente para ser sus apóstoles y testigos, Jesús les muestra todo lo que tendrán que sufrir por su nombre, por amor de Él. 

Efusión del Espíritu Santo. 

Para que Pablo pudiera realizar lo que le pide el Señor, deberá recibir la luz y la fortaleza de lo alto, "ser lleno del Espíritu Santo". Como en él, conversión y vocación coinciden; la gracia que necesita le es dada por el bautismo. 

El llamado de la vocación no toca solamente el exterior del alma: para penetrar en una personalidad, en una vida humana y para moderarla según su nuevo destino, es acompañada de una efusión del Espíritu Santo. El alma es transformada por el Espíritu Santo y se vuelve apta para realizar todas las exigencias de la vocación, para cumplir la misión confiada por el Señor. 

Bautismo y vocación. 

En el caso de Saulo aparece más vivamente el estrecho lazo que existe entre bautismo y vocación. Por el bautismo Dios se adueña de una alma para llenarla de su vida divina; por la vocación quiere adueñarse de ella mucho más, llevando hasta lo máximo esta posesión. 

El bautismo inauguró la vida de Pablo "en Cristo", vida de fe y de amor. En virtud de la vocación Pablo se entregó totalmente a Cristo que entraba en su alma; se puso a vivir únicamente por Él: la fe y la caridad alcanzaron su más grande dimensión en la total consagración a su misión apostólica.