Hay una máxima (regla, principio o proposición generalmente admitida) que en latín dice «mater semper certam est, pater numquam». Traducida al lenguaje popular, viene a decir que uno siempre sabe quién es su madre pero sobre el padre la seguridad es diferente.
A juzgar por las posibilidades técnicas de hoy, parece que aquella máxima latina también ha entrado en crisis o al menos ha quedado desfasada.
Un artículo publicado en el periódico italiano Il Giornale (cf. Che orrore la moda di affittare le mamme, 22,02.2011, p. 15) repasaba cuatro casos «bandera» que se han usado para legitimar esta práctica.
El primero de ellos es el de Ricky Martin quien en 2008 rentó el vientre de una mujer para tener a sus gemelos. Unos meses después declararía, por Twitter, su homosexualidad
El segundo caso es el de Jessica Parker quien confió al vientre de otra mujer la confección de la vida de «su hija». El último caso sonado fue el de cantante británico Elthon John quien al «uterus for rent» añadió una novedad: mientras que el cantante boricua puso los gametos masculinos y la actriz de «Sex and the City» los femeninos, tanto John como su pareja gay prescindieron de cualquier colaboración directa rentando no sólo un útero sino comprando esperma y óvulos de terceros (ya hemos tratado este tema en «La «paternidad» de Elton John o el pisoteo de los verdaderos derechos», 30.12.2010).
El último episodio «célebre» que ocupó la portada de Il Giornale fue el de la actriz Nicole Kidman. «Madres que usan a las mujeres» fue el titular de la primera plana. Centrándose en el caso de la actriz australiana dice el artículo: «tiene una hija suya y dos adoptados; ha buscado un vientre para tener una segunda hija con su ADN, un vientre para renta, delegando a otra la tarea de formarla por nueve meses y luego darla a luz. A este punto, su familia constituye el campeonato de toda posibilidad generativa». Y añade: «Usar instrumentalmente a otra mujer no da honor a una mujer. Menos aún a la maternidad. Hay quien podría objetar que se trata de un gesto de solidaridad femenil; un gesto, sin embargo, que huele a egoísmo de una parte y de otra».
Además de los aspectos éticos y los traumas a futuro por parte de los hijos nacidos de «madres subrogadas», está el hecho del negocio que suponen estas prácticas. El mismo periódico publicaba un artículo donde se manejaba una cifra que deja boquiabierto a más de uno: cien mil euros por el «paquete» completo de vientre de alquiler.
Las más de las veces quien sale ganando es la industria de producción de bebés. ¿Por qué? Porque se usan vientres de mujeres pobres que no alzaran la voz si se les paga poco. «PlanetHospital, por ejemplo, utiliza a mujeres de países como Bulgaria y hace que den a luz en Grecia, donde los impuestos para operar son más bajos. O tienen lo que denominan el “ramillete indio” – un paquete ideal que combina donantes de óvulos y trasferencia de embriones a múltiples madres sustitutas en la India. Por un extra, PlanetHospital dividirá los óvulos de la misma donante para fertilizarlos con espermas diferentes, o dejará que las parejas escojan el sexo de su hijo. Desde el 2007, la organización ha facilitado cerca de 459 nacimientos», decía un artículo publicado por la agencia zenit (06.02.2011).
«La seducción morbosa de la ciencia permite a los humanos traspasar los límites de la naturaleza, hasta alcanzar, en el delirio de omnipotencia, el gobierno prepotente del misterio de la vida», finalizaba Il Giornale. Quizá lo peor sea comenzar a percibir y acoger como naturales e irreprochables estas prácticas.