Vacaciones de los hijos, ¿una tortura?
Fui profesor durante 12 años de un centro escolar con primaria y secundaria. Al llegar la temporada de vacaciones, era típica esta queja de los padres de familia: “¿Qué hacemos con nuestros hijos ahora en las vacaciones? Es muy complicado tenerlos todo el día metidos en casa viendo la televisión, y peor si se van a las ‘maquinitas’ (videojuegos), porque esos lugares están llenos de vagos”.
No faltaba la mamá que decía: “¡Cómo me gustaría que suprimieran las vacaciones y mis niños estuvieran siempre en la escuela!”. Y la respuesta de los hijos, que presenciaban la escena, era inmediata: “Pues a nosotros nos gustaría tener pocas clases y muchas vacaciones”.
Lo primero que hay que decir sobre las vacaciones es que son unas semanas para aprovecharlas bien, para tener un enriquecimiento como personas. La imagen que nos proporcionan los comerciales de la televisión sobre las vacaciones de una persona, en traje de baño, tirada en la arena, frente al mar, con un coco y bajo una palmera, y prácticamente sin hacer nada de provecho, es quizá el mensaje más nocivo, porque se está presentando la idea equivocada de que vacaciones son sinónimo de ocio, pereza y total inactividad.
Pienso que los padres tienen que tomar la delantera y proponer a sus hijos planes interesantes, divertidos, constructivos, y que les ilusionen para realizar durante el periodo de las vacaciones. Sugiero algunas ideas concretas:
1. Actividades deportivas. El ejercitar un deporte fortalece la voluntad de los hijos, acrecienta el espíritu de sacrificio, facilita la convivencia y el conocimiento de otros amigos. Son muy formativos los paseos y excursiones al monte, al campo, para que entren los pequeños en contacto con la naturaleza.
Existen muchos lugares donde se pueden montar tiendas de campaña y pasar varios días de intensa convivencia. Esto integra mucho a la familia. Además, normalmente es un recurso económico en el que los hijos desarrollan otras habilidades como aprender a nadar, a subir montes, a conocer animales, a andar en bicicleta, etc.
2. Visitar el Centro Histórico de la Ciudad de México u otras ciudades circundantes, como Querétaro, Morelia, San Miguel de Allende, Puebla, o pueblos pintorescos. Tengo un amigo arquitecto que me ha enseñado a “redescubrir” el Distrito Federal y admirar las joyas arquitectónicas que tenemos, como la Catedral Metropolitana, el Edificio de los Betlemitas, el Palacio de Iturbide, el Colegio de las Vizcaínas, el Palacio Nacional, etc. Se puede hacer caminando y es muy buen ejercicio, o bien, utilizar el “Turibús” donde se va dando una explicación detallada de los diversos edificios.
3. Visitar Museos, exposiciones de Pintura, Casas de la Cultura. Por ejemplo, muchos niños y jóvenes no están enterados de que en el Castillo de Chapultepec existen tres museos: el del “Caracol”, el Museo de Historia de México, y el Palacio donde vivieron Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota. Es un paseo económico e interesante, donde además, si el día está despejado, se puede admirar la Ciudad de México.
4. Juegos infantiles y lecturas. Se puede pensar en conseguir juguetes educativos, de acuerdo a las edades. También es muy importante aficionar a los hijos a los buenos libros. Ahora que los niños y jóvenes ven tantas horas de televisión y emplean tanto tiempo navegando en internet, el cultivarles el gusto por la lectura es adentrarles en un mundo maravilloso donde desarrollan su inteligencia, su memoria, su imaginación y su creatividad. Hay muchas librerías que ofrecen, a precios módicos, libros clásicos para los hijos.
5. Aficionarlos por el arte: música, pintura, escultura, etc. Nunca agradeceré bastante el hecho de que –durante las vacaciones de verano– mi madre me animó a que tomara clases de guitarra y mi padre me adentró en la música clásica. Al principio reconozco que lo hice con bastante desgana, pero a medida que fui dominando el instrumento, me sirvió para tocar la guitarra con otros amigos y organizar reuniones y tertulias musicales.
6. Trabajos manuales. Es muy formativo también que los hijos adquieran destrezas en el manejo de herramientas: pequeños trabajos de carpintería, de pintura, de arreglos materiales dentro de la casa (poner en orden el librero, los closets, los DVD’s), aprender jardinería... puede también contribuir a desarrollar otras habilidades.
7. Hay quienes se interesan por tomar cursos intensivos de algún idioma o por integrarse a campamentos de niños o jóvenes. También constituye una buena forma de aprovechar bien las vacaciones.
8. En materia de televisión y videos: en vez de estar viendo simplemente “lo que aparezca”, o estar cambiando continuamente de canales, se le puede dar un empleo positivo a la TV y ver, por ejemplo, programas sobre historia, geografía, de tipo científico, cultural, educativo, que resultan más formativos.
9. Actividades del espíritu: las vacaciones también son un tiempo en que podemos tener un mayor acercamiento a Dios, meditando y leyendo los Evangelios, algún buen libro de lectura espiritual, biografías de santos. El cultivo de la Presencia de Dios en la familia ayuda a fortalecer los valores espirituales.
10. Finalmente, la convivencia familiar. Es un tiempo estupendo para hacer mayor amistad con los hijos, para conocerlos más a fondo. Tener más cercanía con los abuelos, los tíos, los primos. Para ayudarles, por ejemplo, a hacer una evaluación de su desempeño escolar y ponerles metas de superación en sus estudios y en lo personal.
En conclusión, las vacaciones pueden ser una magnífica oportunidad para tener un mayor crecimiento como personas; un tiempo de formación cultural, de desarrollo de nuevas habilidades o destrezas, y de grata convivencia familiar.