Hace algunos años un niño fue atacado en Florida por un caimán. Relatan las noticias que el niño se encontraba nadando en la laguna cuando escuchó gritos alarmantes de su mamá que lo llamaba. Sin titubear nadó hacía ella pero el Caimán lo alcanzó. La fuerza del animal era muy grande pero el amor de su madre que lo sostenía y trataba de rescatarlo era mayor. Al escuchar los gritos, un vecino se acercó con pistola en mano y mató al cocodrilo.
Al entrevistar al niño y preguntarle por sus piernas respondió: “Mis piernas sufrieron bastante pero puedo caminar”. Remangándose las manos añadió con orgullo: “Lo que debe ver son las cicatrices que tengo en mis brazos porque mi mamá no me soltó y me salvó la vida”.
Escalofriante relato del amor de una madre que hace todo por salvar a su hijo. Si esto hace una madre, frágil y limitada, ¿qué no hará Dios por los hombres a quienes creó de la nada y ama con un inmenso amor? Esto es precisamente el mensaje del miércoles de ceniza: una invitación a volver al gran amor de Dios.
Todo ser humano tiene cicatrices provocadas por el mal, por la desobediencia al orden creado por Dios, por el desamor. Sin embargo, Dios quiere grabar en nuestro corazón cicatrices de amor y esperanza para que recordemos la fuerza que tiene para sostenernos y protegernos para que no caigamos en el mal. San Pablo reconocía esta fuerza de Dios y predicaba: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filipenses 4,13).
Podríamos afirmar que el miércoles de ceniza es un día de sinceridad porque nos reconocemos frágiles y pecadores, necesitados de la fuerza y del amor de Dios. Por esta razón, miles de personas se acercan a la Iglesia para la imposición de la ceniza. El sacerdote marca una cruz sobre nuestra frente con la ceniza, mientras pronuncia: "Conviértete y cree en el evangelio" o “Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás".
Las cenizas, que se obtienen de las palmas del domingo de ramos, nos recuerdan que Jesús murió por amor a nosotros para darnos nueva vida. Parecería una contradicción: morir para vivir. Sin embargo, este mensaje nos llena de esperanza porque sabemos que aunque el cuerpo es frágil y se corrompe con la muerte, el espíritu vive en Dios que transforma al hombre y lo salva.
El miércoles de ceniza recibimos una invitación a morir a la vida desordenada para tener nueva vida. Es el inicio de la cuaresma. Cuarenta días que nos invitan a renovarnos, a dejar los malos hábitos y buscar ser personas llenas de amor y de paz. Este es el anhelo más íntimo de todo ser humano: encontrarse con Dios y vivir en el Amor. Dios nos pide, como la mamá al niño, que confiemos en Él y nademos en dirección al Bien, a la Verdad y a la Bondad.
El miércoles de ceniza obliga ayuno y abstinencia.