¿Qué podemos esperar de la visita de Estado de Benedicto XVI al Reino Unido? Su vista, el viaje apostólico del 16 al 19 de septiembre, por lo pronto ha sido una admirable lección de civilidad para el mundo, una impresionante lección que pasará a la historia. Admirada por la gente normal, la de buena voluntad -con “sed de pensamiento”-, capaz de percibir la belleza de la verdad. Lección grave para los exaltados al mostrarles que puede haber hoy acuerdos -cultura, armonía- entre los opuestos de antaño. No es civilizado ni el enfrentamiento verbal de cerebros vacíos ni los gestos de violencia irracional.
Fueron admirables los encuentros del papa Benedicto XVI con la Reina Isabel II de Inglaterra y sus colaboradores en el Gobierno, como David Cameron, Primer Ministro. La visita de Benedicto XVI en Lambeth Palace al Primado Anglicano, Rev. Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, y los obispos anglicanos y católicos. Los elegantes encuentros personales y las declaraciones públicas de estos días son pautas, son modelo a seguir, y compromisos para el buen gobierno futuro de las naciones y de la Iglesia.
“Los primeros sorprendidos del éxito clamoroso de Benedicto XVI en el Reino Unido” -según se lee en Der Spiegel, el periódico alemán no precisamente respetuoso causas como la de Benedicto XVI-, “son los ciudadanos del Reino Unido”. De un extremo al otro del tejido social británico serpentea una sola idea, la de Damian Thompson en The Telegraph: “Un verdadero triunfo personal”.
¿Por qué?, preguntan desde Roma. Los británicos han visto “las cosas como son”, la verdad. Han “visto” al Papa centenares de miles desde cerca, y unos cuantos millones a través de la televisión. Han “escuchado” al Papa, en diversas circunstancias, y sobre muchos temas que son importantes para las personas sencillas que tienen sed de pensamiento y de verdad. Hay otra razón que no debe minusvalorarse, añade Badilla: la sociedad británica, como todas las demás sociedades europeas, atraviesa un periodo, ya muy largo y devastador, de superficialidad existencial, y siente profundamente, con dolor y aflicción, la falta de un proyecto, de futuro, de utopía; es decir, de humanidad y de humanismo, dentro del que cada uno sea “persona” y no sólo ciudadano, elector, usuario o consumidor. ¿Lo habrá encontrado?
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Desde Londres, el conocido escritor Edward Pentin percibe que las actividades del sábado 18 supusieron un maratón de celebraciones y encuentros pastorales, iniciados con la Misa en la catedral católica de Westminster. La liturgia de esta catedral -comenta- fue tan impresionante que algunos fieles británicos se conmovieron hasta las lágrimas.
Tras la Misa, cerca de 2.500 jóvenes de Inglaterra, Gales y Escocia se reunieron en la plaza frente a la catedral para estar con el Obispo de Roma. “Pido a cada uno de ustedes, antes que nada, mirar dentro del propio corazón. Piensen en todo el amor, para recibir el cual su corazón ha sido creado, y en todo el amor que éste está llamado a donar”, les dijo Benedicto XVI.
Cuando se puso el sol, a las 18,30 del sábado, se produjo un hecho que muchos británicos y el Papa recordarán para siempre: el viaje en papamóvil por el centro de Londres. El Mall, la gran avenida que lleva al Palacio de Buckingham -sinónimo del Imperio, del esplendor, y testigo de momentos cruciales para nuestra historia-, estaba decorado con enormes banderas británicas y vaticanas.
Todos aplaudieron, aunque con la tradicional discreción británica, el paso del papamóvil, rodeado por un grupo de escoltas que caminaban rápido. Entre la multitud, muchos corrieron a la par con el vehículo hasta llegar a Hyde Park, donde el papa Benedicto XVI presidió una vigilia de oración en vísperas de la beatificación del cardenal John Henry Newman.
Benedicto XVI guió entonces en la oración a decenas de miles de fieles. Explicó todo lo que los jóvenes católicos pueden aprender del cardenal Newman y se refirió al ejemplo de los mártires católicos, añadiendo que, aunque los católicos de hoy no son ahorcados o descuartizados por su fe, a menudo son “dejados de lado, o ridiculizados”. Hay que soportar esto, añadió, convencidos de que la “amable luz” de la fe nos mostrará el camino. Una vez más, había personas de toda edad y cultura, e incluso los más jóvenes permanecieron recogidos en profunda oración.
Para mí personalmente, como católico británico -confiesa Pentin-, ver al vicario de Cristo pasando ante lugares tan familiares como el Palacio de Buckingham y dando su bendición en Hyde Park, fue una experiencia que nunca imaginé. Quizá, más aún que en el discurso de Westminster Hall del viernes, en aquellos momentos tuve la impresión de que… empezó un nuevo capítulo para los católicos británicos, dejando atrás un pasado problemático del País con la Iglesia Católica, a la que debe sus más profundas raíces culturales.