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Sacerdote entre cadenas: el p. Anton Luli s.j. (1910-1998)

No es fácil vivir el sacerdocio en la cárcel o en un campo de concentración. Dios permitió que ese fuese el modo de llevar el amor de Dios a los hombres del P. Anton Luli durante más de 40 años “de ministerio”. Anton Luli había nacido en Albania el año 1910. Dios lo llamó a formar parte de la Compañía de Jesús, en la que recibió la ordenación sacerdotal en 1946. Albania, su patria, había vivido el drama de la Segunda Guerra Mundial. Expulsados los invasores, el país quedó bajo el dominio de una férrea dictadura comunista. Muchos sacerdotes fueron encarcelados y fusilados. Le llegó pronto la hora al P. Luli. El 19 de diciembre de 1947 fue arrestado y encerrado en una habitación pequeña y fría. Esas navidades, para él, fueron un auténtico calvario de dolor, pero con la extraña paz que sólo puede venir de una fe intensa y cordial. Muchos años después contó en el Vaticano, en el aula Pablo VI, lo que había sido aquella experiencia: “La noche de Navidad de ese año -¿cómo podría olvidarla?- me sacaron de ese lugar y me llevaron a otro cuarto de baño en el segundo piso de la prisión, me obligaron a desvestirme y me colgaron con una cuerda que me pasaba bajo las axilas. Estaba desnudo y apenas podía tocar el suelo con la punta de los pies. Sentía que mi cuerpo desfallecía lenta e inexorablemente. El frío me subía poco a poco por el cuerpo y, cuando llegó al pecho y estaba para parárseme el corazón, lancé un grito de agonía. Acudieron mis verdugos, me bajaron y me llenaron de puntapiés. Esa noche, en ese lugar y en la soledad de ese primer suplicio, viví el sentido verdadero de la Encarnación y de la cruz”. Después de 17 años de cárcel pasó a un campo de trabajos forzados, en una zona de pantanos. Tras una breve liberación, fue arrestado de nuevo en 1979 y condenado a muerte: lo habían acusado de sabotaje y propaganda contra el gobierno. La pena capital fue conmutada por la de 25 años de cárcel. Los cambios políticos de la Europa del Este también llegaron, aunque con enormes problemas y retrasos, a la pequeña república de Albania. El P. Luli fue liberado en 1989. Tenía 79 años de edad. Pocos días después de salir de la cárcel encontró a uno de los que habían sido sus verdugos. De nuevo le dejamos contar lo que pasó en ese momento: “Nunca he guardado rencor hacia los que, humanamente hablando, me robaron la vida. Después de la liberación, me encontré por casualidad en la calle con uno de mis verdugos: sentí compasión por él, fui a su encuentro y lo abracé”. La vida del P. Luli, su modo particular de vivir el sacerdocio, recuerda uno de los privilegios propios de todo ministro de Cristo: el amor hasta dar la vida por los amigos. Miles de sacerdotes han ofrecido la sangre por sus comunidades. Miles de sacerdotes, en martirios atroces y “rápidos”, o en ese martirio largo y difícil de persecuciones más o menos sutiles, se han unido a Cristo crucificado y han demostrado así la fuerza del amor. El P. Luli vivió con sencillez y esperanza su vocación sacerdotal en condiciones humanamente insoportables. Volvemos a sus palabras, a su testimonio, avalado por años de dolor que supo sembrar de amor cristiano: “Esta es mi experiencia sacerdotal en todos estos años; una experiencia, ciertamente, muy particular con respecto a la de muchos sacerdotes, pero desde luego, no única: son millares los sacerdotes que en su vida han sufrido persecución a causa del sacerdocio de Cristo. Experiencias diversas, pero todas unificadas por el amor. El sacerdote es, ante todo, una persona que ha conocido el amor; el sacerdote es un hombre que vive para amar; para amar a Cristo y para amar a todos en él, en cualquier situación de vida, incluso dando la vida”. (El P. Anton Luli evocó el testimonio de su vida sacerdotal en el Aula Pablo VI ante Juan Pablo II el año 1996, con motivo de los 50 años de la ordenación sacerdotal del Papa. Sus palabras fueron publicadas en L’Osservatore romano el 15 de noviembre de 1996).