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¿Sabemos ver las cosas como son? Ver las cosas desde Dios

¿Sabemos ver las cosas como son?

Ver las cosas desde Dios

1) Para saber

Se suele decir con frecuencia que las cosas son según el color del cristal con que se miran. No es del todo acertada esta afirmación. Pues si bien es cierto que cada uno tiene sus puntos de vista, también es cierto que las cosas son de una manera, no importa si las miro o no. Si tuviéramos lentes de colores, cada uno vería las cosas del color del cristal por el que las ve. Pero qué cierto sería que quien no tuviera esos lentes o fuera transparente su cristal, vería las cosas como son. Es posible tener esa visión verdadera con la ayuda del Espíritu Santo.

Cuando Juan Pablo II era un niño de nueve años, perdió a su madre. Años después, cuando estaba a punto de terminar el bachillerato, de nuevo la desgracia se abatió sobre la familia: Eduardo, su hermano, que acababa de finalizar la carrera de medicina, murió en plena juventud.

Cuenta Helena Szcepanska, una de las profesoras en donde estudiaba Karol, así se llamaba el Papa, que el día en que se enteró de la muerte de Eduardo fue a visitarlo a su casa. Al llegar y saludarlo exclamó conmovida: “¡Pobre Karol! ¡Has perdido a tu único hermano!”, pero Karol le respondió con plena sencillez y serenidad: “Sí, pero acepto la voluntad de Dios”. Comentaba sorprendida aquella mujer: “Quedé confusa, porque comprendí que su fe era mucho más profunda que la mía”.

En efecto, mostraba tener una gran fe y confianza en Dios en esa gran pena. Ello se debe a que sabía ver las cosas y acontecimientos desde una perspectiva muy alta, bajo la luz de la fe y con la sabiduría que le otorga el Espíritu Santo. Es decir, no tenía su propio “color” de cristal para ver las cosas, sino que veía las cosas como son en realidad.

2) Para pensar

Las decisiones de los hombres, aunque buscan la propia felicidad, muchas veces no la consiguen. La razón está en que el hombre suele querer la felicidad sólo con sus propios planes, y si acude a Dios es sólo para pedirle que se lleven a cabo sus planes personales. Pero muchas veces la situación verdadera es completamente distinta. Dios ya tiene unos planes estupendos para cada uno, y sólo desea que cooperemos a ponerlos en práctica. Nuestros planes nunca podrán superar a los de Dios.

La cuestión está, entonces, en descubrir cuál es ese plan que tiene Dios para cada uno de nosotros, y seguirlo a toda costa, pues ahí se encuentra la máxima felicidad que es posible conseguir aquí en la tierra, y luego la máxima en la otra vida. Es preciso estar convencidos de que el plan divino es el mejor para nosotros.

El Don de Sabiduría nos permite descubrirlo, compartir con Dios “algo” de su Sabiduría, ver las cosas desde su perspectiva.

Pensemos cómo estamos colaborando para que se cumpla en nosotros ese plan divino.

3) Para vivir

Y ¿cómo conocer ese plan divino? Importa estar cerca de Dios para “escuchar” su voz. No se trata de cosas extraordinarias, sino de intuir su Voluntad. Llevando una vida en gracia, con la frecuencia de la confesión y comunión, así como procurando tener unos momentos al día para orar, ayudarán a escucharlo.

En momentos difíciles, podemos acudir al Espíritu Santo quien, con su Don de Sabiduría, nos ayudará a juzgar rectamente acerca de todos los acontecimientos y darles su verdadero sentido.