Razones para ser ateo
Antes de exponer lo que diré, les advierto a quienes no estén familiarizados con la Filosofía, que los primeros párrafos de este artículo les podrán resultar pesados, pero, si me tienen un poco de paciencia, espero que más adelante, estas ideas terminen como sucede después de una noche oscura, dando luz sobre un tema de vital importancia.
Dentro de la Filosofía existe una ciencia llamada “Gnoseología”, que trata sobre la posibilidad y la forma que tiene el hombre de conocer la verdad. Es decir, hay que demostrar que esa realidad a la que constantemente nos referimos, es auténtica, y podemos conocerla como es en sí.
Resulta claro que si soy perro, veré las cosas como perro, si soy águila las veré desde lo alto, y si soy lombriz, simplemente no las veré por falta de ojos. Así pues, cuando un filósofo afirma que la realidad es solo lo material, rechazando la existencia del nivel espiritual, necesariamente tendrá una visión incompleta del hombre, y por supuesto negará a Dios.
El punto de partida gnoseológico de Feuerbach, por poner un ejemplo concreto, es la opinión de que el hombre, en cuanto ser sensible, sólo puede percibir objetos sensibles. Sólo el mundo físico y material es realmente verdadero; y el mundo espiritual es un simple reflejo del material, y por lo tanto, carece de realidad propia. Por eso Dios sólo puede ser un producto de la realidad sensible. Concluimos pues que: el hecho de afirmar que el soporte de lo real es solamente lo material ataca la fe en Dios.
Otra postura muy extendida de la reciente crítica religiosa argumenta que el estudio sobre Dios no sería falso, sino simplemente desprovisto de sentido. Dicho en otras palabras: aunque Dios exista, estudiar religión no sirve para nada.
Para otros, un Dios que les es impuesto por sus padres y que, en su providencia todo lo sabe y dispone, que los corrige y castiga, les resulta como un obstáculo a la libertad y a la autonomía de decisión del ser humano, y por lo tanto lo niegan, pues les resulta incómodo.
Un ejemplo de ello lo encontramos en Nietzsche, que tanta influencia ejerció sobre Adolfo Hitler para la realización de la segunda guerra mundial, cuando afirmaba que “la muerte de Dios significa la liberación del hombre”. Esta idea nos ayuda a entender el odio que los nazis tenían a toda religión que no fuera la de adorar al hombre de raza superior, el cual tenía el derecho y la obligación de dominar la tierra, exterminando a sus enemigos.
Otra posibilidad de negar la existencia de Dios, obedece al predominio que tengan los sentimientos en nuestras vidas, haciendo depender de ellos gran parte de nuestras decisiones. Así pues, quien “siente a Dios” lo acepta, y quien “no lo siente”, lo niega, como si la religión dependiera de la emotividad.
Desde mi perspectiva, alcanzo a ver tres grandes peligros en la amalgama del ateísmo con realidades de la vida del hombre: la política, la economía, y la búsqueda del placer. Estas tres combinaciones, en la práctica, han producido terribles consecuencias.
Si el ateísmo está impregnado de ideales políticos, puede dar como resultado ideologías tan nefastas como la de Hitler; si en cambio, los ideales de los hombres son puramente económicos, puede producir economías neo-liberales, basadas en la explotación de los pobres por los poderosos, sin más límite en sus ambiciones que el peligro de quiebra. Por otra parte, si el ateísmo simplemente carece de ideales, y se presenta como el punto de partida para ejercitar una libertad sin fronteras morales, producirá la degradación del hombre que terminará siendo presa de los instintos sexuales como éxtasis y fin último del placer, y por lo tanto, como el más peligroso y peor de los animales: “animal inteligente”.
En contra de todo lo anterior, me planteo descubrir, por medio de la razón, a un Dios que teniendo todas las perfecciones, me ha creado para compartir conmigo su felicidad, poniendo en mi naturaleza su ley, para poder conocer cómo debo portarme, y así vivir entre mis iguales favoreciendo su desarrollo junto con el mío, mientras los amo, con amor de calidad, y todo ello porque me da la gana, esto es, usando la libertad que ese Dios me ha regalado. Por otra parte, este planteamiento me presenta al hombre como un ser perfectible, en contraposición del ateismo que es eminentemente pesimista.