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Primeras observaciones de Galileo

Primeras observaciones de Galileo

“En este año 2009, que en el IV centenario de las primeras observaciones de Galileo Galilei gracias al telescopio, se dedica de modo especial a la astronomía, no podemos dejar de prestar una particular atención al símbolo de la estrella, muy importante en el relato evangélico de los Magos, que con toda probabilidad eran astrónomos”. Escuchamos a Benedicto XVI en la reciente fiesta de Reyes.

Llamamos reyes magos a tres personajes procedentes de la lejana Persia -históricos, aunque parezcan legendarios-, cuya presencia en Jerusalén guiados por una estrella preguntando por el rey de los judíos recién nacido, y encontrado en la pequeña Belén, se denomina “epifanía” en griego, manifestación.

En la homilía de esa fiesta, Benedicto XVI afirmó que la tradición latina identifica la Epifanía, “manifestación de nuestro Señor Jesucristo”, “con la visita de los Magos al Niño Jesús en Belén, y por tanto, lo interpreta sobre todo como revelación del Mesías de Israel a los pueblos paganos”.

Benedicto XVI señaló que “mientras la teología pagana divinizaba los elementos y las fuerzas del cosmos, la fe cristiana, cumpliendo la revelación bíblica, contempla a un único Dios, Creador y Señor de todo el universo”.

“El amor divino, encarnado en Cristo, es la ley fundamental y universal de la creación. Esto no debe entenderse en sentido poético, sino real. (...) Significa que las estrellas, los planetas, el universo entero no están gobernados por una fuerza ciega, no obedecen sólo a las dinámicas de la materia. Por tanto, no hay que divinizar los elementos cósmicos, sino por el contrario, en todo y por encima de todo hay una voluntad personal, el Espíritu de Dios, que en Cristo se reveló como Amor. Por este motivo -dijo-, los hombres -como escribe San Pablo a los Colosenses- no son esclavos de los ‘elementos del cosmos’, sino que son libres, es decir, son capaces de relacionarse con la libertad creadora de Dios”. 

“Él está en el origen de todo y lo gobierna todo -continuó Benedicto XVI-, pero no como un frío y anónimo motor, sino como Padre, Esposo, Amigo, Hermano, como Logos, ‘Palabra-Razón’, que se ha unido a nuestra carne mortal una vez para siempre y ha compartido plenamente nuestra condición, manifestando la sobreabundante potencia de su gracia”.  

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Esta columna recoge aquí el testimonio de dos grandes físicos, entre otros muchos igualmente creyentes: Copérnico (1473-1543), Keppler (1571-1630), Max Plank (1858-194), Erwin Schrödinger (1887-1961), Werner Heisenberg (1901-1976):

Newton (1642-1727): “El orden admirable del Sol, de los planteas y cometas, tiene que ser obra de un Ser Todopoderoso e Inteligente; y si cada estrella fija es el centro de un sistema semejante al nuestro, es cierto que llevando todos el sello del mismo plan, todos deben estar sumisos a un solo y mismo Ser. Este Ser Infinito lo gobierna todo no como el alma del Mundo, sino como Señor de todas las cosas”.

Y el célebre Albert Einstein (1879-1955) nos explica: “Somos como un muchachito que entra en una biblioteca inmensa, cuyas paredes están cubiertas de libros escritos en muchas lenguas distintas. El niño entiende que alguien debe haberlos escrito, pero no sabe ni quién ni cómo. Tampoco comprende los idiomas. Pero observa un orden claro en su clasificación, un plan misterioso que se le escapa, pero que sospecha vagamente. Esa es en mi opinión la actitud de la mente humana frente a Dios”. 

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El papa Benedicto XVI subrayó esta semana que “el pensamiento cristiano compara el cosmos con un ‘libro’ -así decía el mismo Galileo-, considerándolo como la obra de un Autor que se expresa mediante la ‘sinfonía’ de la creación”.

“No hay sombra, por muy tenebrosa que sea, capaz de oscurecer la luz de Cristo. Por este motivo, en los creyentes en Cristo nunca desfallece la esperanza, y tampoco hoy, ante la gran crisis social y económica en que se encuentra sumida la humanidad, ante el odio y la violencia destructora que no dejan de ensangrentar muchas regiones de la tierra, ante el egoísmo y la pretensión del hombre de erigirse en dios, que lleva en ocasiones a peligrosas alteraciones en el designio divino sobre la vida y la dignidad del ser humano, sobre la familia y la armonía de la creación”.

Benedicto XVI afirmó este 6 de enero, fiesta de Epifanía, que “nuestro esfuerzo por liberar la vida humana y el mundo del envenenamiento y la contaminación que podrían destruir el presente y el futuro, conserva su valor y su sentido -he escrito en la encíclica Spe salvi-, aunque aparentemente no tengamos éxito o parezca que somos impotentes ante las fuerzas hostiles”.

“Rezamos -concluyó- por los fieles, porque todos los cristianos estamos llamados por el Bautismo y la Confirmación a anunciar a Cristo, luz del mundo, con la palabra y el testimonio de la vida”.