Una de las cosas más lamentables dentro de nuestra Iglesia es el desconocimiento que muchos fieles tienen acerca de los FUNDAMENTOS DE SU FE CATOLICA. Esto es notorio no sólo en el ámbito de la gente sencilla, sino también entre profesionales que ostentan títulos universitarios.
Un cristiano que desconoce los fundamentos de su fe es fácil presa de "cualquier viento que sople". Bien decía San Pedro que todos "debemos estar prestos a dar razón de nuestra esperanza" (1Pe.3,15).
En la antigüedad, cuando alguien era enviado como emisario a algún general, se le entregaba un "símbolo" para que fuera la "contraseña" de su identidad. Al Credo se le ha llamado SIMBOLO DE LOS APOSTOLES, es la "contraseña" de los que nos llamamos cristianos, pertenecientes a la Iglesia Católica, que viene directamente de los Apóstoles. Cuando rezamos el Credo estamos presentando nuestro "símbolo", la "contraseña" de una Iglesia netamente apostólica.
Creemos en un solo Dios Padre Todopoderoso
Alguien escribió que Dios nos creó a " su imagen y semejanza", Pero que los hombres hemos creado a Dios a "nuestra imagen y semejanza". Y este es el gran peligro de una mala educación religiosa. Nos podemos encontrar con el Dios de Aristóteles y el de Confucio y no con el Dios de Jesucristo.
Sin lugar a dudas, los hombres, según nuestra educación y circunstancias, hemos ido fabricando "nuestro propio dios" a nuestra imagen. Por eso, muchas veces nos ha salido un dios tan egoísta, como nosotros mismos.
Dios se nos "revela" desde el principio como Alguien "celoso" que no admite la coexistencia de otros dioses. No por egoísmo, sino por la sencilla razón de que es un DIOS UNICO.
Este mismo Dios se muestra cercano al hombre. No lo ha creado para "divertirse" con él, o para que le sirva como "esclavo" como los dioses paganos. Dios es un padre que tiene un plan de amor para cada uno de sus hijos los hombres.
Creemos en un Dios Creador del cielo y de la Tierra
Ante todo, hay algo muy importante: creemos que Dios es un Padre que ha querido comunicarse con sus hijos por medio de hombres a quienes El ha ido "inspirando" mensajes a través de la Historia. Estas "revelaciones" se encuentran en la Biblia. Allí se nos habla acerca del principio del mundo y del hombre.
"En el principio creó Dios el cielo y la Tierra". La Biblia no es un libro científico sino los habla de un Dios que no ha tenido principio, que es eterno, y que un día fue el "principio" de todo cuanto existe.
Creemos en Jesucristo
Para nosotros los cristianos es fundamental profundizar en la personalidad de Jesús, pues toda nuestra religión está centrada en la persona de Jesús. Si Jesús de veras es Dios, pues Jesús mismo lo afirmó.
Si Jesús es Dios, entonces nos aferramos totalmente a su mensaje con respecto a la Vida Eterna y a los principios morales que El enseñó de parte de Dios Padre.
A todo cristiano el Señor le pide que se defina con respecto a El. Si toda nuestra creencia se basa en el mensaje de Jesús, debemos estar plenamente convencidos acerca de la personalidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Todos los hechos y dichos de Jesús confirman que es el HIJO DE DIOS. Su personalidad, la santidad de su vida, sus milagros no dejan la mayor duda acerca de que de veras Jesús es el Mesías anunciado por las Escrituras.
Creemos que nació de María, la Virgen y se hizo hombre
En toda Iglesia Católica del mundo, lo primero que llama la atención, al entrar, es el sagrario: nuestra fe nos habla de la presencia real de Jesús sacramentado. Inmediatamente nuestra vista se fija en alguna imagen de la Virgen María, que siempre se encuentra en algún lugar destacado. Estas son dos devociones esenciales de la Iglesia Católica. Todos los privilegios que adornan a la Virgen María tienen su origen en que Ella fue elegida por Dios para ser madre virginalmente de Jesús, el Mesías prometido.
Creemos que Jesús murió y resucitó
Bien decía San Pablo, en su primera carta a los Corintios, que "si Jesús no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana".
Desde el momento que Jesús cumplió la promesa de resucitar, no nos queda otro camino que admitir que Jesús es Dios, y si es Dios, todo lo que nos dijo acerca de la vida y de la muerte, para nosotros es una "revelación" de Dios; lo creemos sin dudar. Nuestra fe no es vana porque Jesús resucitó, y por eso para nosotros Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,6).
Durante su vida Jesús no ocultó el fin trágico que le esperaba; pero tampoco silenció su "resurrección", concepto que los apóstoles nunca llegaron a entender mientras Jesús convivía con ellos. Muerte y resurrección son palabras claves en el Evangelio.
En el Nuevo Testamento siempre se describe la "muerte" de Jesús como una muerte "redentora". La palabra "redención", en la actualidad, no es de uso corriente. En la antigüedad cuando alguien iba al mercado de esclavos y pagaba un rescate por un esclavo, estaba efectuando una "redención". Jesús con su muerte pagó nuestra redención.
Creemos en el Espíritu Santo
Para muchos cristianos el Espíritu Santo no pasa de ser una paloma en lo alto del altar. El Espíritu Santo no debe ser una creencia, sino una vivencia. Decir "Creo en el Espíritu Santo", más que el enunciado de un credo, debe ser el testimonio fehaciente del que ha experimentado en su vida la acción del Espíritu Santo.
En la última Cena, Jesús, antes de partir de este mundo, les hizo a sus apóstoles una promesa grandiosa. Les dijo que no los iba a dejar "huérfanos", sino que les enviaría el Espíritu Santo que sería su "Consolador", que estaría siempre " en ellos", que les "recordaría" todo lo que El les había enseñado, y que "los llevaría a toda la verdad".
Cada uno de nosotros, el día de nuestro Bautismo, fuimos ungidos con santo Crisma, aceite consagrado, como templos vivos del Espíritu Santo.
Jesús le enseñó a Nicodemo en que consistía ser bautizado en el Espíritu Santo. Le dijo que era "un nuevo nacimiento"; también le afirmó que ese nuevo nacimiento "venía de lo alto", es decir, era un don de Dios para la persona que estuviera dispuesta a abrir su corazón al mensaje de su Palabra.
Con la llegada del Espíritu Santa a una persona, vienen los "dones" o regalos del Espíritu Santo a esa persona.
La santificación consiste en dejarse guiar por el Espíritu Santo y permitirle que obre en nosotros.
Creo en la Iglesia Católica
Para muchos es muy fácil decir: "Yo acepto a Jesús, pero no quiero nada con la Iglesia". No es raro también encontrarse con grupos de personas que, un día cualquiera de la semana, se reúnen en alguna casa particular o en algún local público para orar y meditar en la Biblia, pero que el día domingo no asisten a ninguna iglesia y no se consideran feligreses de ninguna Iglesia. Hay mucha desorientación al respecto. Esos grupos leen muy "superficialmente" la Biblia, si meditaran en profundidad en ella verían que la Biblia lleva al individuo a reunirse en "Iglesia", pero no en una iglesia fabricada a "nuestra manera", sino en la Iglesia que fundó Cristo.
A la Iglesia hay que conocerla para poderla amar y para serle fiel, porque ella es el "Sacramento", algo sagrado que Jesús fundó para que dentro de ella obtuviéramos la salvación.