Al comenzar un nuevo año ¿Otra vez hacer propósitos?
1) Para saber
Se cuenta que un anciano vivía cerca de un río acompañado de su joven nieto. Y cada mañana, el Abuelo se sentaba para leer su vieja y estropeada Biblia. Su nieto, que lo admiraba, intentaba imitarlo.
Un día el nieto preguntó, "Abuelo, yo intento leer la Biblia, me gusta pero yo no la entiendo, y lo que logro entender se me olvida en cuanto cierro el libro. ¿Qué hay de bueno en leer la Biblia?”.
El abuelo echaba a una estufa el carbón que sacaba de un canasto. Dejó de hacerlo y le dijo: “Si quieres saberlo, debes estar dispuesto a obedecer. Saca el carbón del canasto, ve al río, llénalo de agua y tráemelo”. El muchacho titubeó, pues el canasto no podría retener el agua, pero obedeció. En efecto, toda el agua se salió antes de que él pudiera volver a la casa. El abuelo se rió y dijo: “Tal vez si te mueves un poco más rápido, lo conseguirás”. Y lo envió nuevamente al río a llenarlo con agua. Esta vez, el muchacho corrió más rápidamente, pero de nuevo el canasto estaba vació antes de que llegara. Cansado, se quejó: “¡es imposible llevar agua en el canasto!”; y fue a conseguir un balde. Pero el anciano lo detuvo: “No quiero un balde con agua, quiero que vayas a llenar el canasto de agua. No te desanimes ¿No podrás hacerlo una vez más?”
El muchacho sabía que era imposible, pero quería mostrar a su abuelo su obediencia. Así que fue al río, corrió fuerte, pero cuando llegó con su abuelo, el canasto estaba vacío, y dijo: “Mira abuelo, ¡es inútil, no ha servido de nada mi esfuerzo!”. Pero el abuelo le contestó: “¿Por qué piensas eso? Mira con atención dentro del canasto”. El muchacho miró el canasto y comprendió que el canasto parecía diferente. En lugar de un sucio canasto carbonero, estaba todo limpio. “Hijo, –dijo el abuelo- esto es lo que pasa cuando tú lees la Biblia. Tal vez no puedes entender todo o recordar todo, pero cuando la lees, tu interior se transforma. Ésa es la obra de Dios en nuestras vidas. Lentamente nos cambia desde lo más profundo de nuestro ser, para transformarnos en la imagen de su Hijo”.
2) Para pensar
Nosotros somos esos canastos que necesitamos continuamente ser lavados. Por ello, al comenzar un año nuevo, es preciso recomenzar la lucha.
Es común que al terminar un año hagamos un recuento de cómo nos fue. Y en ocasiones podemos pensar que el esfuerzo que hicimos fue inútil o que no sirvió de nada luchar pues las cosas no están bien.
Sin embargo, podemos equivocarnos, pues todo esfuerzo por ser mejores, o la lucha por cumplir los propósitos ya conlleva en sí un valor. Ha sido como lavarnos. Nuestras buenas obras han ido limpiando nuestro interior, aunque exteriormente no haya cambios.
Pensemos qué propósitos querría el Señor que hiciéramos y luchemos día a día por saberle responder.
3) Para vivir
Por ello, no es inútil proponernos algunas metas, aunque fueran las mismas de hace un año, pues lo importante es la actitud de querer recomenzar. El optimismo viene de sabernos ayudados por Dios para mantener la lucha.
Por eso San Josemaría invitaba a no desanimarse ante los propios errores: “Otra caída... y qué caída!... ¿Desesperarte?... No: humillarte y acudir, por María, tu Madre, al Amor Misericordioso de Jesús. –Un “miserere” y arriba ese corazón! –A comenzar de nuevo.” (Camino 711)