Octavio Paz /Viktor Frankl
Si el más conocido libro de de Viktor Frankl es “El hombre en busca de
sentido”, los conversos a la fe son precisamente hombres en busca de la verdad,
gozosamente encontrada en Dios. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, “Yo soy”,
sale a nuestro encuentro en Jesucristo. Es la historia de amor más conmovedora
la de ese Dios que me amó primero, y tanto, que envió a su Hijo para, que si
creo en el Amor, tenga vida eterna. Sólo me pide la poquedad de mis obras
diarias y que solicite con sencillez un aumento de mi poca fe. Frankl “se
encontró con Dios” en las tremendas condiciones de un campo de exterminio nazi.
Era un joven psiquiatra judío, formado en la tradición de la escuela
freudiana y, fiel a sus principios, era determinista de convicción. Pensaba que
aquello que nos sucede de niños marca nuestra personalidad, de tal manera que
nuestro modo de entender las cosas y de reaccionar ante ellas queda ya
esencialmente fijado para el futuro, sin que podamos hacer mucho por cambiarlo.
Una historia fascinante. Frankl empezó a tomar conciencia de lo que denominó
la libertad última, un reducto de su libertad que jamás podrían quitarle.
Comprendió que él era un ser autoconsciente, capaz de observar su propia vida,
capaz de decidir en qué modo podía afectarle todo aquello. Entre lo que estaba
sucediendo y lo que él hiciera, entre los estímulos y su respuesta, estaba por
medio su libertad, su poder para cambiar esa respuesta. Alfonso Aguiló en
Libertad interior, 2008, nos revive su historia.
Fruto de estos pensamientos, Frankl se esforzó por ejercitar esa parcela suya
de libertad interior que -aunque estuviera sometida a tantas tensiones- era
decisivo mantener intacta. Gracias a esa actitud mental, Frankl encontró fuerzas
para permanecer fiel a sí mismo. Y encontró a Dios, y se convirtió así en un
apoyo para quienes le rodeaban, incluso para algunos de sus tremendos guardias.
Ayudó a otros a encontrar sentido a su sufrimiento. Les alentó para que
mantuvieran su dignidad de hombres dentro de aquella terrible vida de los campos
de exterminio. Suya es, muchos años después, esta propuesta: “que la estatua de
la Libertad en la costa este de los Estados Unidos se complemente con la estatua
de la Responsabilidad en la costa oeste”.
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Libertad y responsabilidad. Inconformista, ir contracorriente. “Ser amigos de
Cristo y dar testimonio de Él allí donde nos encontremos exige el esfuerzo de ir
contracorriente”, acaba de recodar Benedicto XVI a cuatro mil jóvenes de todo el
mundo que acudieron a Roma para celebrar el Congreso UNIV 2008. “Por tanto
-cuando sea necesario-, no tengan miedo de ser inconformistas en la universidad
y en todas partes”. Es la clave. Inconformista ante la continua tendencia a
dejarme llevar por la mediocridad.
“Ustedes saben que con un serio compromiso personal, inspirado en los valores
evangélicos, es posible responder adecuadamente a los grandes interrogantes del
tiempo presente. El cristiano sabe que hay un nexo inseparable entre verdad,
ética y responsabilidad. Toda expresión cultural auténtica contribuye a formar
la conciencia y estimula a la persona a superarse a sí misma, a fin de que pueda
mejorar la sociedad. Uno se siente así responsable ante la verdad, al servicio
de la cual ha de ponerse la propia libertad personal. Se trata ciertamente de
una misión comprometida y para realizarla, el cristiano está llamado a seguir a
Jesús, cultivando una intensa amistad con Él a través de la oración y de la
contemplación.
Queridos jóvenes de UNIV, sean levadura de esperanza en este mundo que anhela
encontrar a Jesús, en ocasiones sin darse cuenta. Para mejorarlo, esfuércense
ante todo por cambiar ustedes mismos a través de una vida sacramental intensa,
especialmente acercándose al sacramento de la Penitencia, y participando
asiduamente en la celebración de la Eucaristía”. Verdad, ética, responsabilidad.
¿Cabe síntesis mejor?
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Reconoce Octavio Paz (1914-1998), Nobel de Literatura, que el hombre no es el
resultado irresponsable de la ciega casualidad. Considera que la idea del amor
verdadero ha sido la levadura moral y espiritual de nuestras sociedades. Ante la
crisis actual del hombre -que se debate en el relativismo, el agnosticismo y el
materialismo hedonista-, Paz propone también la “búsqueda”, buscar la
resurrección del amor -que es donación- entre el hombre y la mujer, entre las
personas y entre los pueblos. Con la lectura de cuatro versos atribuidos a
Ptolomeo -siglo II-, Octavio Paz ve también “el cielo estrellado, como una
asamblea de almas inmortales”, luces que le sirvieron de inspiración para
escribir uno de sus más bellos poemas, “Hermandad”, en el que confiesa con
sinceridad su comprometido anhelo de trascendencia:
“Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. / Pero miro
hacia arriba: / las estrellas me escriben. / Sin entender
comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante /Alguien
me deletrea”.
El sonorense Raúl Espinoza ha publicado en Yoinfluyo una magistral semblanza
de Octavio Paz, abril 2008, cuando se cumplen diez años del fallecimiento de
nuestro Premio Nobel, el de la búsqueda.
Emilio Palafox es doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad
Complutense de Madrid. y colabora en “La voz del Papa”, columna semanal.
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