No todos, pero sí algunas personas aprovechan el fin de año y el inicio del siguiente, para renovar propósitos que no siempre cumplen. ¿Qué falla o qué falta para alcanzar por lo menos en un cierto porcentaje estas ilusiones? Lo que nos falta es encontrar algo que nos motive intensamente desde dentro, creer en algo, siendo realistas en nuestros propósitos.
¿Qué significa esto? En estos tiempos modernos, las motivaciones más frecuentes son superficiales, materialistas, de consumo, de cubrir caprichos que satisfagan nuestras sensaciones, motivaciones meramente temporales. En lugar de esto, deben ser profundas, trascendentes, que nos llenen desde el interior de nuestro ser y que nos permitan sentirnos satisfechos no corporalmente, sino espiritualmente, que es el área del ser humano que nos permite ser más grandes como personas.
¿Qué motiva a los jóvenes de hoy? Divertirse, pasarla bien, sentir bonito, evadir los problemas y los sufrimientos, tener menos compromisos,sobre todo a largo plazo, esforzarse lo menos posible; en pocas palabras, llevar una vida cómoda que no exija mucho. Cuando no hay un sentido o significado más valioso en nuestra vida, uno queda casi enteramente dedicado a la búsqueda de sensaciones: sentir, sentir, sentir, pero sentir bonito; es el placer como un fin, lo que lleva a este tipo de personas a tratar de llenarse de esta manera, pero como esto no llena ni satisface, entonces la naturaleza humana que aborrece el vacío interior, persiste en la búsqueda de algo, aunque ese algo no sea lo que realmente necesita. Prueban el alcohol, la droga, el sexo, las horas interminables en la TV o en la computadora, actos pandilleros, diversiones malsanas, cualquier cosa que les distraiga la mente, para no darse cuenta de que están dejando pasar su vida sin darle un giro realmente humano.
Los católicos sabemos que un día estaremos dando cuentas a Dios sobre el aprovechamiento de nuestros talentos y capacidades. Pero ¿cómo aplicarlos en beneficio mío y de los demás? Buscando cuál es la voluntad de Dios sobre mí, cuál es la misión que yo tengo en esta vida, qué puedo hacer con lo que soy y con lo que tengo, a quién puedo ayudar, a quién puedo hacer feliz, en qué grupos puedo descargar mis esfuerzos físicos, afectivos y espirituales, dónde debo dejar los resultados del sudor de mi frente.
Debo empezar por mi casa, siendo buen esposo, buena esposa, buen hijo, buen hermano, tomando conciencia de los aspectos en los que debo mejorar; luego puedo revisar el ambiente que me rodea: ¿puedo dar una hora de catecismo a la semana? ¿puedo visitar los asilos para dar alegría a los ancianos solos? ¿puedo cooperar con una cantidad para las despensas de los niños huérfanos? ¿puedo darle trabajo al desempleado en mi fábrica o en mi taller? Cualquier cosa que me permita darme a los demás con base en mis aptitudes, habilidades, posibilidades económicas, mis condiciones de salud física, mi tiempo disponible, hará que deje de manera realista, un granito de arena en mi paso por la vida.
Por supuesto que para lograr todo esto de manera integral, debemos organizarnos muy bien y es aquí donde entra mi plan de Año Nuevo. Estar entusiasmado por algo o por alguien, nos dará la energía suficiente para no detenernos ante obstáculos. Si alguien no encuentra cuál es el motivo de su vida, no debe desesperarse, porque a veces no es nada fácil. Lo mejor es seguir insistiendo, buscando una persona de confianza, respetuosa, comprensiva, con buenos hábitos, muy madura y sobre todo, con calidad moral, con la que se pueda dialogar sobre esta inquietud y así, de repente, como dicen popularmente “te caerá el veinte”, es decir, te darás cuenta que es “eso” lo que has buscando durante tanto tiempo. Y será entonces el momento para arrancar en el avance del cumplimiento de tu misión, que es lo mismo que hacer lo que Dios espera de ti, cumplir su Voluntad.