Navidad, tiempo de Amor
Comprados con la Sangre de Cristo
1) Para saber
Recibí un relato de un amigo, llamado Juan Carlos, y me permito transcribirlo, pues me parece muy ilustrativo para comprender lo que sucedió con la venida de Cristo. Así nos lo escribe.
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford conocí a una niñita llamada Liz, quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de cinco años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a una transfusión, a dar de su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar pero sólo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: “Sí, lo haré, si eso salva a Liz”.
Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: “¿A qué hora empezaré a morirme?”
Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor: él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana y que él se quedaría sin sangre para vivir. Y aún así estaba dispuesto a darle toda su sangre.
2) Para pensar
El relato nos muestra el gran amor que puede llegar a tener un niño por su hermana. Sin embargo, esa historia que leímos, ya aconteció realmente con cada uno de nosotros: nuestro Señor Jesucristo vino al mundo para derramar toda su sangre por nosotros a fin de darnos la vida, la verdadera vida divina. San Pablo nos lo recuerda: “Habéis sido comprados mediante un gran precio”. (I Cor 6,20).
Por ello, en estos días de Navidad no podemos olvidarnos que Jesús ha nacido para que nosotros tengamos vida y, como dice San Pablo, tengamos vida en abundancia. Tenemos una deuda de agradecimiento con nuestro señor Jesucristo que hemos de saldarla con nuestro amor.
Con el bautismo recibimos por primera vez esa vida de la gracia. Pero como se puede perder con el pecado mortal, nuestro Señor instituyó el Sacramento de la Penitencia para otorgarnos la oportunidad de recuperarla.
Pensemos cómo cuidamos esa vida divina y si acudimos a la Confesión para recuperarla si la hemos perdido.
3) Para vivir
Siendo de tan gran valor esa vida divina, hemos de procurar agradecerla y hacer lo posible por conservarla. Las ofensas graves a Dios son las que pueden hacer que muramos y perdamos la vida de la gracia
San Josemaría Escrivá nos recuerda que esa vida tan valiosa que Jesús nos trajo y que tanto le costó, debemos cuidarla frente a las diversas amenazas que la acechan: “El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechándose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo de un placer –que nada vale–, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes y rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad (Camino 708).