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María se pone a servir a los demás

La caridad no es una virtud abstracta, sino concreta y se manifiesta en la entrega servicial a los demás.

1. María no pensaba en si misma. Acababa de recibir el anuncio del ángel que ella iba a ser la Madre del Mesías, enseguida pensó en su prima Isabel de edad avanzada, que iba a tener bastante dificultad para dar a luz.

Todos tendemos a ser egocéntricos, a pensar en nosotros mismos, especialmente cuando tenemos un problema. Nos parecemos a un sistema solar en el cual nosotros somos el centro y todo gira en torno nuestro. María estaba en otro “sistema solar”, en el centro estaban Dios y su prójimo, y fuera estaba ella girando en torno a este núcleo.

2. Isabel la felicitó, no por ser la Madre del Mesías o la Madre de Dios, sino por haber creído en la Palabra de Dios. La grandeza de María estaba en su fe, era una gigante en la fe. Pero la fe de María no era algo abstracto sino concreto. Para ella creer era entregarse a Dios y a los demás.

3. Cuando Isabel escuchó la voz de María, el niño, san Juan Bautista, saltó de gozo en su seno. María es portadora de Cristo, es como la primera custodia, el primer sagrario. Es el servicio típico de María, llevar a Cristo a los demás.

En la vida hay muchos servicios que se pueden hacer, pero hay uno que supera a todos y es llevar a las personas a conocer a Cristo. Durante los primeros tres siglos de la Iglesia, no era posible hacer otro apostolado que no fuese el buen ejemplo, pues los cristianos fueron duramente perseguidos por los paganos.

Cuando en el año 313 d.c. el emperador Constantino dio libertad a los cristianos, la mitad del Imperio Romano era cristiana. ¿Cómo se explica esto? Era realmente la edad de oro del apostolado cristiano. Usaron el mejor método de apostolado: el del testimonio, pues cada cristiano trató de ser un “mártir” (significa “testigo” en griego) de Cristo.

El cristiano debe ser mártir de la caridad que se manifiesta en servir a los demás como hicieron Cristo y María.