Los silencios del microscopio
El microscopio permanece en silencio. Sus poderes quedan en potencia mientras espera que algún ojo y, sobre todo, alguna mente, se asome a sus cristales de aumento. Espera que alguien lo use, que lo tome, que observe horizontes insospechados de vida y de materia, que piense, que estudie y que decida.
Son más las cosas ante las que el microscopio calla que las que pueda hacer visibles. Calla ante los valores, pues no es capaz de distinguir entre un experimento hecho para curar y otro hecho para matar. Calla ante la verdad, pues hay quienes mienten a la hora de interpretar lo que han visto a través de las lentes. Calla ante la justicia: un descubrimiento puede servir para beneficiar a los pobres o para hacer más ricos y más egoístas a los poderosos.
Calla el microscopio ante la dignidad del ser humano. Al ver a un embrión no puede decirnos si es algo para “usar y tirar” o si merece el respeto propio de una dignidad superior. Aunque no se “vea”, todo ser humano (también el que ha iniciado una vida “microscópica”) tiene un valor incalculable, un valor que sólo ven los corazones grandes y las mentes que razonan según la verdad y no según el sofisma o los intereses del momento.
Son muchos los silencios del microscopio. No nos revelará el porqué de la vida, sino sólo detalles o fragmentos del cómo. No nos dirá si la muerte es la frontera definitiva, o si existe una vida más allá de las estrellas. No nos desvelará si tenemos un alma espiritual (el espíritu es invisible), o si somos sólo un caótico y complejo conjunto de energía, encimas y reacciones hormonales. No nos explicará si vale la pena ser fieles al matrimonio o jugar con el amor, si los hijos merecen respeto o serán aceptados sólo según los proyectos o caprichos de los mayores, si la esclavitud es una injusticia o es sólo la señal de que los más fuertes se imponen siempre sobre los más débiles.
Guarda silencio el microscopio. En su esquina espera que unos ojos se asomen nuevamente; que unas manos le den vueltas y vueltas; que un corazón desee servir al mundo, descubrir una medicina, curar a enfermos. Quizá haya quien lo use para el mal, quien destruya embriones con la excusa de que así conquistará nuevas fronteras para la ciencia, quien estudie maneras para fabricar explosivos capaces de matar a miles de personas.
Son muchos los silencios del microscopio. Con su ayuda, a veces imprescindible, otros hablan. Las palabras de muchos científicos reflejan mentes y corazones distintos: grandeza de espíritu o egoísmo prepotente. El microscopio es, simplemente, un instrumento puesto entre manos humanas. Manos que llenarán el mundo de nuevas injusticias, o manos que sembrarán esperanzas, amor, respeto, y justicia verdadera.