Hablando de complots, ¿has notado los cañonazos con que mundialmente se está bombardeando a los sacerdotes católicos?. El escándalo propiciado por el fundador de los Legionarios de Cristo, la pederastia que aparece tanto en Europa como en América, la ordenación de sacerdotisas y obispas entre los anglicanos, la existencia de sacerdotes homosexuales, etc., etc. han provocado la idea de que los sacerdotes son malos, depravados, en fin, desconfiables.
¿Quién habla de los sacerdotes santos?, ¿quién de los sacerdotes pobres?, en fin ¿cuántos elogios hemos leído en la prensa, en internet o visto en televisión y cine u oído por la radio para los sacerdotes?. Le encargo que los cuente, para compartir la idea de que debemos ayudar a la Iglesia para que no deje de tenerlos, porque cumplen una importante función para los creyentes, y los tenga de acuerdo al pensamiento de quien instituyó esta función, esta profesión, esta vocación, que debiera ser para entregar a Dios nuestras ofrendas de agradecimiento por cuanto nos da.
Pero ¿Qué es el sacerdocio?, ¿desde cuándo existe?, ¿quién instituyó esta actividad humano-divina? y ¿siempre ha habido sacerdotes desleales en su entrega a Dios?.
El sacerdocio es una institución creada para que entre los hombres existan algunos que convoquen a sus semejantes para reunirse y ofrecer holocaustos a Dios. Se entiende que quienes realicen esta función deben ser hombres limpios, justos, honestos, veraces, que practiquen las virtudes que son agradables a Dios, para enseñar también con el ejemplo. Sabiendo que la práctica de las virtudes no es fácil, se han formado congregaciones u órdenes sacerdotales, para que se ayuden mutuamente en el empeño de ser dignos de ser el contacto de los hombres con Dios.
Si hacemos historia, aún en las religiones idólatras existieron sacerdotes y sacerdotisas. En el Egipto de los faraones, era el mismo monarca quien ofrecía a Amón Ra y a los muchos dioses en los que creían, las ofrendas del pueblo y es que desde la antigüedad los hombres intuían que alguien los había hecho y los proveía de lo necesario para vivir. En la Biblia se menciona la existencia del sacerdote de Madián (Ex,2,16) que es conocido por Moisés cuando huye de Egipto, también en el Génesis (14,18) se menciona a Melquisedec, rey de Salem, quien hace una ofrenda de pan y vino, bendice a Abraham por haber vencido a Kedorlaomer y recuperado a Lot.
En el capítulo 25 del Génesis, Yahvéh –el mismo Dios- es quien instruye a Moisés sobre cómo debe construirle su santuario, cómo debe ser el Arca De la Alianza y todos los implementos necesarios para rendirle culto: el candelabro, los cortinajes, el altar de los holocaustos y los ornamentos que los sacerdotes deben usar, le pide: “Manda acercarse … a tu hermano Aarón con sus hijos,… Harás para Aarón vestiduras sagradas…un pectoral, un efod, un manto, una túnica bordada, una tiara y una faja…para que ejerzan mi sacerdocio”. Así como a Noé le da órdenes precisas y hasta medidas para que construya el Arca, a Moisés también le dicta con precisión la forma en que quiere ser adorado, el diseño del Arca de la Alianza, el óleo para consagrar y hasta el vestuario que deben usar los que estarán más cerca de El, no sólo eso, después de consagrarlos los instruye sobre el comportamiento que deben tener, el respeto por el lugar santo y aún cómo deben sostener su culto (Ex.30,13): “Esto es lo que ha de dar cada uno de los comprendidos en el censo…El tributo reservado a Yahvéh es medio ciclo”.
Lo anterior ocurre durante el tiempo en que el pueblo escogido camina por el desierto y recibe las tablas de la ley. Cuando los judíos ya están establecidos en la tierra prometida organizan el Sanedrín, Un senado de 71 miembros formado por los príncipes de los sacerdotes, cuya función era vigilar que se guardara la ley.
Cristo al fundar su Iglesia, la constituye como una sociedad visible, le da una organización completa, reúne en torno suyo a un buen número de discípulos, entre ellos escogió a setenta y dos, y particularmente escogió un círculo más reducido e íntimo, el de los doce, que debía ser el fundamento de aquella sociedad. Ellos, los doce, son enviados oficialmente por El, como El ha sido enviado por el Padre y cuando Cristo resucita, ellos difunden su Iglesia por todos los confines de la tierra e imponen las manos sobre otros para que ésta continúe hasta el fin de los tiempos.
Los sacerdotes de hoy han sido consagrados por la imposición de manos de los obispos, sucesores de los apóstoles y tienen la misma función de los sacerdotes primitivos agregándole toda la formación y riqueza que dos mil años de cristianismo le han dado. Ellos son los que deben mantener el espíritu en este mundo que día con día se rebela contra el cristianismo y pretende prescindir de él.
La Iglesia católica tiene muchos miles de sacerdotes, ¿cuántos de ellos son santos?, nadie puede decirlo, porque sólo ellos saben si le son fieles a Dios, si son honrados, si son castos, si son otros Cristos. Pero ¿de qué depende que lo sean? sin duda de su formación familiar, de sus escuelas, de su sociedad; si el ejemplo que da la familia es de desunión, de infidelidad, de mentira y de lujuria, no pidamos que los jóvenes que se ordenan sean sacerdotes perfectos, pues nadie puede prescindir de su pasado y borrar su infancia y adolescencia; si en su escuela le enseñaron que no existe Dios, no les pidamos que sean cristianos sin dudas, y si en su sociedad ven lujuria, deshonestidad y falta a las promesas, no les pidamos que sean sacerdotes para siempre, pues son hombres como nosotros.
En vez de exhibir la miseria humana, mostremos el sacerdocio como la predilección de Dios por uno de sus hijos, como el más sublime de los oficios, como el mejor don que una familia puede darle a Dios, pues si nuestros niños y jóvenes sólo miran la miseria exhibida por los medios, nadie querrá serlo y puede llegar el día en que lloremos porque no haya alguien que con sus manos consagradas, pueda absolvernos y encaminarnos a Dios en el momento de la muerte.
En vez de maldecir, en vez de unirnos al coro de los detractores del sacerdocio, pensemos en los buenos sacerdotes, por ejemplo en Juan Pablo II, en Karol Wojtyla que quedó huérfano de niño, que estudió en un seminario clandestino, que vivió los embates de la guerra, que sufrió un atentado, que tuvo oportunidad de casarse y prefirió consagrarse a Dios y ser un ejemplo para la humanidad.