Todos los que ejercen algún poder terrenal tienden a endiosarse. No desean oír más palabras que la adulación y la lisonja. Se creen, en su desvarío, por encima del bien y del mal. Desde que el mundo es mundo, así ha sido y así es. Hoy, con los medios amigos, o la mordaza a la oposición, buscan la justificación de su proceder totalitario. Pero olvidan que, muy por encima de ellos, hay otra Palabra que les está juzgando inapelablemente. Es la Palabra de Dios que desconocen y que les irrita grandemente, si casualmente llega a sus oídos.
Siglos antes de Cristo en el libro de la Sabiduría( 6,1-11) está escrito, para advertencia de todos los poderosos de todos los tiempos:”Escuchad, reyes, y entended; aprendedlo, gobernantes del orbe hasta sus confines; prestad atención, los que domináis los pueblos y alardeáis de multitud de súbditos; el poder os viene del Señor, y el mando, del Altísimo; él indagará vuestras obras y explorará vuestras intenciones, siendo ministros de su reino, no gobernasteis rectamente; ni guardasteis la ley, ni procedisteis según la voluntad de Dios. Repentino y estremecedor vendrá sobre vosotros, porque a los encumbrados se les juzga implacablemente…Os lo digo a vosotros, soberanos, a ver si aprendéis a ser sabios y no pecáis”.
Estas palabras instruyen, iluminan y avisan a cuantos hoy día se creen por encima de los demás y viven –tanto los de derechas como los de izquierda- como si Dios no existiese. Ojala escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis vuestro corazón.