El obispo de Mondoñedo, monseñor Gea, es uno de los pastores valientes y coherentes. No es de aquellos “perros mudos” que son fustigados por la Biblia, por no alertar y defender a sus ovejas de la presencia del lobo.
Sin pelos en la lengua y como es su deber pastoral, ha recordado por Radio Gallega la enseñanza de la Iglesia católica; a saber, que “quienes voten las bodas gays no podrán comulgar sin confesar”. Al pan, pan y al vino, vino.
Es verdad que la Iglesia no debe imponer su enseñanza, pero esto no quiere decir que no deba proponer oportune et importune todo cuanto se refiere al dogma y la moral a sus fieles y cuanto afecta al bien común a la entera sociedad.
El portavoz de la CEE, el jesuita P.Camino, claramente ha manifestado que no puede darse matrimonio entre dos personas del mismo sexo; que tales personas,- siempre son bien acogidas por la Iglesia-, no pueden alegar ningún derecho al matrimonio, y que al Gobierno solo le compete regular los efectos civiles de tales uniones. Es derecho prioritario de los niños el tener un padre y una madre. No pueden ni deben equiparse al matrimonio las uniones homosexuales.
Estas posturas públicas de los pastores de la Iglesia católica no son ingerencias de la Iglesia, sino un deber para con su grey y un servicio al bien común de la sociedad española.