Cuando se produce una gran noticia, un acontecimiento, bueno o triste, alegre o desgraciado, todos queremos saber qué dirá la prensa. ¿Como presentarán la noticia en la televisión, la radio, los periódicos, los semanarios, las páginas informativas de internet?
Pensamos, a veces, que los medios de comunicación nos ayudan a comprender la realidad. Pero tal creencia necesita ser pasada a prueba. ¿De verdad la prensa sabe lo que pasa en el mundo? Y, cuando lo llega a saber, ¿nos lo dice abiertamente y sin “censuras” de ningún tipo?
Estas dos preguntas no quieren ser una denuncia, sino sólo una reflexión. Hemos de reconocer que muchos eventos importantes no aparecen (algunos ni siquiera “pueden aparecer”) en la prensa. ¿Por qué?
Podríamos señalar dos motivos principales. El primero es que no hay periodistas en todos los rincones del planeta. Cuando unos banqueros se reúnen en un lugar apartado y deciden una compra o un préstamo que puede cambiar la historia de todo un país, a veces allí no hay más testigos que las lámparas y los mosquitos. Después del hecho, quizá algún periodista empiece a investigar lo que pasó y quiénes tomaron la decisión, pero otras veces nadie sabrá nada por meses, años o, en muchos casos, siglos...
El segundo motivo es estructural: los profesionales de la información escogen noticias según criterios muy concretos. En general, darán relieve a aquello que más interesa a un amplio grupo de miembros de la sociedad. La inversión de un banco puede aparecer en el periódico en las páginas internas, aunque tal inversión dará trabajo a 1000 personas (o quitará trabajo a otras 1000...). En cambio, la entrada de un loco en el ayuntamiento para asesinar al alcalde de una ciudad importancia saldrá, seguramente, en la primera página de los periódicos, aunque luego todo termine con la sentencia de un psicólogo sobre la incapacidad mental del asesino.
Nos resulta, por lo tanto, muy difícil saber lo que realmente está pasando en el mundo. Hemos de ser conscientes de esta verdad a la hora de leer y ver las noticias con ojos sanamente críticos: hay mucho que no conocemos, y hay quienes tienen un enorme interés de que no sepamos jamás ciertas cosas...
Los cristianos, sin embargo, sabemos que hay un tercer elemento que no podemos dejar de lado. Como decía la zorra en “El principito”, “Lo esencial es invisible para los ojos”.
Este tercer elemento no puede ser narrado en ningún periódico o revista, ni es filmado por las cámaras de los reporteros, ni se asoma en las miles de páginas de internet.
La oración de una religiosa de clausura puede detener el sueño militarista de un gobernante enloquecido. La madre que llora por su hijo será capaz de rescatarlo de un grupo criminal y hacer que empiece a trabajar por la concordia en una nación herida por el odio y la violencia. El sacerdote que celebra la Eucaristía produce una revolución cósmica que hace temblar a los demonios, desata una lluvia de aleluyas en el cielo, llega a los corazones de un grupo sencillo de cristianos, jóvenes o viejos, que adoran al Cordero de Dios, el único que dirige la historia, que cambia los corazones, que borra el pecado del mundo.
Eso, desde luego, no lo leeremos casi nunca en la prensa. Pero es mucha más decisivo de lo que hoy se vota en las Naciones Unidas o en el Parlamento de nuestra patria.
Sólo en el cielo conoceremos, de verdad, quién era el verdadero protagonista de la historia humana, cuáles fueron las noticias que decidieron la suerte eterna de millones de seres humanos... Descubriremos que la verdadera noticia, la “buena noticia”, es la de un Nazareno que nació, casi a escondidas, en Belén; que supo indicarnos el camino hacia el Padre; que nos amó hasta la cruz y resucitó, una mañana sin cronistas, para llenar de esperanza a todo el que lo encuentra...