1)Para saber
En un artículo pasado considerábamos la importancia de proponerse algunas metas que valgan la pena. Pero luego viene la parte difícil que es cumplirlas. Para llevarlas a cabo es muy recomendable su supervisión. Esto se puede hacer teniendo un tiempo dedicado especialmente a revisar el avance, progreso, o incluso retroceso, del propósito formulado.
En el ámbito espiritual se le llama hacer “examen de conciencia”, al tiempo dedicado a supervisarnos, para detectar a tiempo cualquier síntoma de descuido en nuestra vida interior. Se puede hacer a diario, con la ventaja de que así no damos lugar a que algún mal se vaya acrecentando, pudiendo tomar grandes proporciones. Así lo recomienda San Josemaría Escrivá: “Examen. –Labor diaria. –Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna?” (Camino n. 235).
2) Para pensar
Recibí una simpática anécdota que nos puede ilustrar al respecto.
Se cuenta que había dos amigos, Jacinto y Anastasio, quienes comentaban acerca de Feliciano, un mendigo que pedía limosna. Jacinto decía: “No puedo creer cómo Feliciano llegó a perder todo lo que tenia. Eran otros años cuando Feliciano gozaba de fama y fortuna, y ahora quien lo creería pidiendo limosna. ¡No lo entiendo! ¿Cómo llegó a esta situación tan deplorable?”
Su amigo Anastasio le contestó: “Creo que tengo la respuesta a tu interrogante: Feliciano llegó a esta situación porque él siempre ha sido un ‘hombre de principios’ en su vida”.
Asombrado Jacinto le replicó: “¡Pues sigo sin entender! Si era un hombre de principios, por qué terminó siendo un mendigo, si todo mundo ayuda y confía siempre en un hombre que es fiel a sus principios”. Su amigo Anastasio le aclaró: “Bueno, me refiero a otros principios. Sucede que Anastasio nunca terminó lo que empezaba: Comenzaba unas tareas y no las finalizaba, varias veces inició unos estudios y nunca los concluyó, emprendía un trabajo y no lo finalizaba, le encargaban algo y no lo acababa… nunca terminó nada, por eso fue un hombre sólo de principios, pero no de finales”.
3) Para vivir
Hay un proverbio que dice “Mejor es el fin que el inicio” (“Melius est finis quam principium”). Se refiere precisamente a que es mejor el término de algo que su principio. Si este año nos hemos propuesto, por ejemplo, leer la Sagrada Escritura, comencemos por leer un poco los Evangelios cada día; si nos propusimos ir a la Santa Misa, no dejemos para después esa meta; si ya nos decidimos a confesarnos, hagámoslo periódicamente…
San Josemaría Escrivá gustaba no sólo bendecir la “primera piedra” al inicio de alguna obra, como la construcción de una casa o una universidad, sino que daba más importancia a la bendición de la última piedra. Y así lo dejó aconsejado en otro punto de su libro Camino: “¿Por qué esas variaciones de carácter? ¿Cuándo fijarás tu voluntad en algo? –Deja tu afición a las primeras piedras y pon la última en uno solo de tus proyectos” (n. 42).