En una nota anterior, comentábamos que el concepto de jerarquía de valores es crucial. Esto es así, por varias razones. Primero, porque tomamos decisiones de acuerdo a la jerarquía que le damos a nuestros valores. Además, al conocer el modo como jerarquizamos los valores, nos conocemos nosotros mismos más a fondo. Finalmente, si hablamos de los valores de un pueblo, el mexicano, por ejemplo, cuando conocemos la jerarquía de valores de la población, conocemos el alma de la cultura nacional. Vamos a explorar estos puntos.
Al hablar de valores, es fácil aceptar que una determinada actitud o situación es un valor. Sin embargo, cuando se conocen a fondo los valores de una persona, es cuando tiene que escoger entre valores. Un amigo mío, un tanto cínico, dice: “Yo soy muy honesto”. “Claro, todavía no me ofrecen un soborno de 200,000 pesos; el día que me lo ofrezcan y yo diga que no, ese día se sabrá si verdaderamente soy honesto”, añade mi amigo. Cinismo aparte, tiene mucha razón. Mientras no tengo que escoger entre valores es barato decir, de palabra, que acepto un valor. Los valores y, sobre todo, su jerarquía, se conocen cuando decidimos y escogemos. Cuando los valores no entran en conflicto, no hay problema. En la clásica novelita rosa, el héroe tiene un conflicto. Tiene que escoger entre la muchacha buena y simpática, pero pobre y la que es rica, pero mala y antipática. Si el tema fuera escoger entre una muchacha rica, buena y simpática y otra pobre, mala y antipática, no habría novela. Cuando hay que decidir entre valores, se conoce la jerarquía que esa persona maneja; en el ejemplo, si le importa más el dinero o la persona de la que será su esposa. La decisión que tome nos dirá mucho sobre el carácter de ese héroe.
Otro aspecto. Cuando decimos que una persona no tiene un valor, lo que en realidad pasa es que ese valor está en un lugar muy bajo en la jerarquía que sigue esa persona. Por ejemplo, es muy difícil que alguien diga que la honestidad no es un valor. ¡Hasta los criminales aceptan eso y exigen de su gente que sean muy honestos en sus tratos entre ellos! Pero, en la práctica, en su jerarquía, su bienestar, el dinero, el poder, su supervivencia, su placer y sus lujos están por encima, muy por encima de la honestidad. Solo cuando pueden conciliar honestidad con dinero, placer, bienestar, poder, son honestos.
Hace una generación, las muchachas de este país querían casarse lo antes posible. La que llegaba a los 22 años sin un prospecto claro de matrimonio, sentía que “ya se le iba el tren”. Hoy no es así. ¿Quiere decir esto que el matrimonio ya no es un valor para ellas? ¡De ninguna manera! Lo que sí es cierto es que hay otras cosas, otras situaciones que han ganado importancia en la jerarquía de valores de nuestros jóvenes. Las muchachas ahora se plantean estudiar más años, ejercer una profesión y sólo después formalizar una relación mediante el matrimonio. O, tal vez, si las oportunidades son suficientemente buenas, posponer el matrimonio indefinidamente. Y no es que consideren que el matrimonio no es un valor sino que, si tienen que escoger, hay otras cosas que consideran más importantes, tanto que hacen que valga la pena esperar.
¿Se da cuenta amiga, amigo, de lo importante que es la jerarquía de valores y el modo como se forma? Esto, que es cierto para nosotros como individuos, también lo es para nosotros como nación. En otra nota exploraré más a fondo este tema.