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La Iglesia católica, el preservativo y el SIDA

La Iglesia católica, el preservativo y el SIDA

Desde hace años algunos grupos critican a la Iglesia por su actitud ante el preservativo (el condón). Estos grupos dicen que el preservativo reduce enormemente el número de contagios de SIDA y de otras enfermedades de transmisión sexual, por lo que la Iglesia debería recomendar el uso de este instrumento para evitar contagios en millones de personas. Ya que la Iglesia no sigue este consejo, algunos la critican con dureza como irresponsable y como culpable de la difusión del SIDA.

Detrás de esta petición se esconde un presupuesto quizá no siempre explícito. La Iglesia católica es una realidad mundial a la que pertenecen más de 1000 millones de personas. Desde luego, no todos esos católicos viven fielmente las enseñanzas cristianas, y no pocos de ellos viven incluso de espaldas a los mandamientos fundamentales de la Ley de Dios y de la moral católica. De todos modos, es de suponer que la Iglesia sea escuchada por millones de católicos cuando habla de algunos temas de ética, especialmente en el ámbito de la ética sexual y sanitaria.

Los críticos de la Iglesia suponen una enorme autoridad moral de la jerarquía, del Papa y los obispos. Pero esta autoridad moral necesita estar fundada sobre algo. Para los católicos, la autoridad de la Iglesia, su capacidad de enseñar y de promover un estilo de vida ético, viene de Dios Padre, a través de Cristo, en el Espíritu Santo. No es posible entender a la Iglesia sin reconocer este punto. Los católicos consideran que la Iglesia no es una simple institución humana, sino que ven en ella una obra divina, una comunidad que nace de la acción de Dios en la historia humana. Sin esta relación con Dios la Iglesia no tendría ningún sentido, y su autoridad sería sumamente débil.

Por lo tanto, cuando la Iglesia habla de comportamientos correctos y de comportamientos equivocados, lo hace desde su convicción de ser una sociedad que viene de Dios, y de interpretar en cada momento histórico lo que pueda ser la voluntad de Dios para llevar una vida coherente con la fe cristiana.

Si algunos piden a la Iglesia que hable sobre la conveniencia del uso del preservativo, significa que suponen (o deberían suponer) esta autoridad de la Iglesia. Y suponer esta autoridad de la Iglesia es lo mismo que reconocer que Cristo es Dios y que el Espíritu Santo actúa en la Iglesia, fundada por Cristo hace casi 2000 años.

Si negamos lo anterior, si algunos creen que la Iglesia se engaña a sí misma y engaña a los demás cuando dice que viene de Dios y que Cristo resucitó y envió al Espíritu Santo para estar con la Iglesia, resultaría que la Iglesia sería una mentira gigantesca. ¿Y puede tener valor que una organización basada sobre mentiras hable sobre lo que sea mejor o peor para combatir contra el SIDA, para detener su difusión?

La Iglesia, por lo tanto, cuando ofrece su juicio sobre cuál sea el mejor modo para prevenir del SIDA, lo hace o como una institución que viene de Dios o como una secta inventada por los hombres y basada en el engaño. En el primer caso, hay que tratar con mucho respeto a la Iglesia cuando dice que lo mejor para evitar la difusión del SIDA no son los preservativos, sino la abstinencia de relaciones fuera del matrimonio y la fidelidad conyugal. En el segundo caso, no vale la pena esforzarse ni hacer presión para que la Iglesia (que sería una gran mentira) cambie su punto de vista y empiece a decir que el condón es eficaz contra el SIDA.

Atacar a la Iglesia por su postura respecto al SIDA no es, por lo tanto, algo que tenga mucho sentido. Muchos que la atacan no creen en el origen divino de la Iglesia, por lo que lo mejor sería no preocuparse por una organización basada (según ellos) en una mentira secular.

En cambio, si creemos en el origen divino de la Iglesia, deberíamos respetarla. En este caso, lo más correcto sería preguntarse, con honestidad, cuáles son los motivos por los que la Iglesia católica enseña lo que enseña sobre el SIDA, sobre la sexualidad y sobre el matrimonio, y por qué ve como algo incorrecto el promover el uso del preservativo como medio para disminuir la difusión del SIDA.