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La Fe de Santa Teresa

Estábamos ya en medio de la grabación del programa de televisión que normalmente nos lleva una hora y media grabar, pero ese día ya llevábamos cuatro horas y no podíamos terminarlo. Como nunca, había sucedido de todo en la producción: se fundían lámparas, se apagaban los micrófonos, se brincaban las notas que corrían desde videoteca, o no corrían… Habíamos tenido no pocos incidentes en esa grabación hasta que les dije a los cuatro sacerdotes que estaban como comentaristas invitados, los cuatro, exorcistas: “Padres, debemos orar, porque evidentemente el demonio está furioso por lo que estamos haciendo y no deja de ponernos trabas. Pidamos al Señor que nos ayude, pues estamos trabajando para Él”. Luego de una breve oración pudimos terminar ya sin interrupciones. Era uno de los dos programas en el que cuatro exorcistas dieron respuesta a las casi 500 preguntas que durante un mes los tele-espectadores habían enviado mediante correos electrónicos.

Este suceso puede provocar miedo porque supone una capacidad del demonio, con cierta libertad de acción, para irrumpir en la actividad humana; pero teniendo conocimiento de Dios y cercanía con Él, ese miedo no debiera ser otra cosa que un sentimiento de alegría al constatar que nada puede contra nosotros más allá de apagar lámparas y micrófonos. 

En efecto, Santa Teresa de Jesús, cuya fiesta celebramos el 15 de octubre, ya escribía hace 450 años lo siguiente: “Si este Señor es poderoso (Dios), como veo que lo es, y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios –y de eso no hay que dudar, pues es fe-, siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden hacer ellos a mí? ¿Porqué no he de tener yo fortaleza para combatirme con todo el infierno? Y así dije: ahora venid todos, que siendo sierva del Señor yo quiero ver qué me podéis hacer”.

Teresa de Cepeda y Ahumada había nacido en Ávila, España, el 12 de marzo de 1515 y a los 20 años ingresó al convento de monjas carmelitas, donde tomó el nombre de Teresa de Jesús. Tenía 47 años cuando recibió la aprobación del Papa Pío IV para reformar la Orden del Carmen a fin de retomar la observancia estricta de las constituciones. Fundó el convento de San José en Ávila, además de muchos por toda España, y con Juan de la Cruz impulsó la reforma de los frailes.

Teresa murió el 15 de octubre de 1582, cuando tenía 67 años, fue beatificada en 1614 por Paulo V, canonizada en 1622 por Gregorio XV y proclamada Doctora de la Iglesia por Paulo VI.

Santa Teresa de Jesús, o Santa Teresa de Ávila es, pues, fundadora de los Carmelitas Descalzos, y como fundadora que es, hermosea la basílica de San Pedro, en el Vaticano, con su imponente estatua que se identifica desde el ingreso, a la derecha, por la pluma que en una mano sostiene, pluma que nos hace saber que era escritora y que desarrolló una doctrina espiritual a través de sus escritos en los que nos habla de su personal experiencia de Dios, una experiencia mística de altos vuelos que la llevó a gozar la Transverberación en la que Cristo la atraviesa con su infinito amor.

La Santa Madre es conocida por su frase “Sólo Dios basta” y por su inalterable esperanza en la vida eterna cuando nos hace saber que “he hecho a Dios mi prisionero” y que “muero porque no muero”, pero sobretodo porque “Todo se pasa tan presto que más habíamos de traer el pensamiento en cómo morir que no en cómo vivir”

 No es sencillo hallar en la Iglesia a una mujer que logre manifestar de tan profunda manera la prontitud de Cristo al perdón, como lo hace Teresa: “¡Oh, Dios de mi alma, qué prisa, qué prisa nos damos a ofenderos y cómo os lo dais Vos mayor a perdonarnos! ¿Qué causa hay, Señor, para tan desatinado atrevimiento?; ¿si es el haber ya entendido vuestra gran misericordia y olvidarnos de que es justa vuestra justicia?” ni sencillo es hallar a quien pueda expresar la inefable constante humana de ofenderlo: “¡Oh, qué grave cosa es el pecado que bastó a matar a Dios con tantos dolores; y cuán cercado estáis, mi Dios, de ellos! ¿A dónde podéis ir que no atormenten?, de todas partes os dan heridas los mortales”.

¡Ah!, pero es más difícil hallar a quien se ría, como ella, de los embates del demonio, pues teniendo por Dios a tan poderoso Señor, como nos ha dicho, sabe que tiene fortaleza para combatirse con todo el infierno. ¡Eso es Fe!