Jesús se ha “disfrazado”
Vivamos como los primeros cristianos
1) Para pensar
Hace unos días el Papa Benedicto XVI invitaba a mirar el modelo de las primeras comunidades cristianas para tomarlas como modelos para nuestras actuales parroquias. Y para saber cómo eran, recurre al texto de los Hechos de los Apóstoles donde se nos dice que la primera comunidad de Jerusalén perseveraba en la escucha de la enseñanza de los apóstoles, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en la oración, era una comunidad acogida y solidaria hasta el punto de que todo lo ponía en común. Ello recuerda un relato sobre la unión fraterna que a continuación presento.
Un superior de un monasterio se hallaba muy preocupado. Años atrás, su monasterio había visto tiempos de esplendor, pues había muchos jóvenes novicios y en la capilla resonaba el canto armonioso de sus monjes. Pero ahora la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu. Nadie pedía ser admitido y la capilla se hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones; y tratándose con poco cariño.
Un día, decidió pedir consejo, y acudió a un anciano obispo que tenía fama de ser hombre muy sabio y santo en su avanzada edad. Emprendió el viaje, y días después llegó. Le planteó la situación y le preguntó: "¿A qué se debe esta triste situación? ¿Hemos cometido acaso algún pecado?". El anciano obispo respondió: "Sí. Han cometido un pecado de ignorancia. El mismo Señor Jesucristo se ha disfrazado y está viviendo en medio de ustedes, y ustedes no lo saben". Y no dijo más. El abad se retiró y emprendió el camino de regreso a su monasterio. Durante el viaje sentía como si el corazón se le saliese del pecho. ¡No podía creerlo! ¡El mismísimo Hijo de Dios estaba viviendo ahí en medio de sus monjes! ¿Cómo no había sido capaz de reconocerle? ¿Sería el hermano sacristán? ¿Tal vez el hermano cocinero? ¿O el hermano administrador? ¡No, el no! Por desgracia, él tenía demasiados defectos. Pero el anciano obispo había dicho que se había "disfrazado". ¿No serían acaso aquellos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el convento tenían defectos. ¡y uno de ellos tenía que ser Jesucristo!
Cuando llegó al monasterio, reunió a sus monjes y les contó lo que había averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros. ¿Jesucristo... aquí? ¡Increíble! Claro que si estaba disfrazado... Entonces, tal vez... Podría ser Fulano... ¿O Mengano? Una cosa era cierta: Si el Hijo de Dios estaba allí disfrazado, no era probable que pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto, amor y consideración. "Nunca se sabe", pensaba cada cual para sí cuando trataba con otro monje, "tal vez sea éste". El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo desbordante. Pronto volvieron a acudir muchos candidatos pidiendo ser admitidos, y en la capilla volvió a resonar el jubiloso canto de los monjes, radiantes del espíritu de Amor.
2) Para pensar
El Papa ha llamado a la parroquia como una «familia de familia cristianas», en donde se debe vivir el amor de Cristo. Nos invita a acudir a la Eucaristía pues será a partir de ahí como nos puede ayudar a pasar por alto los defectos que vemos en los demás: «De la unión constante con Cristo, la parroquia saca vigor para comprometerse sin cesar en el servicio a los hermanos, particularmente a los pobres, para quienes representa de hecho el primer referente».
3) Para vivir
El relato del monje lo debemos aplicar a nuestras familias y a nuestra comunidad. Cada parroquia ha de mirar a sus miembros como si fuera el mismo Cristo “disfrazado”. Seguramente cambiaría mucho el ambiente, y los demás se verían tan atraídos que también gustarían de pertenecer a dicha comunidad.
Podemos revisarnos y pensar cómo trataríamos a los demás si fuera Cristo “disfrazado”. Y vivamos en consecuencia, sin dudar que lo que hagamos al prójimo, es a Cristo a quien se lo hacemos.