¿Quién fue la heroína que salvó a 2.500 niños? Hija de un médico que murió cuando ella tenía 7 años, pero del que recuerda esas palabras: "Aunque no sepas nadar, si ves a alguien ahogándose, lánzate a salvarlo". Y ella se lanzó. 450.000 judíos fueron encerrados en el gueto de Varsovia, para luego ser enviados a los campos de exterminio. El gueto ya era la tumba para miles y miles de personas, que morían diariamente por inanición o enfermedades. Irena decidió actuar como trabajadora social: sacar al menos a los niños más pequeños para que tuviesen la oportunidad de sobrevivir. Fue así como comenzó a evacuarlos de todas las formas imaginables: en ambulancias como contagiosos…, en ataúdes, cajas de herramientas, a través de una iglesia con dos accesos, uno al gueto y otro secreto al exterior (los niños entraban como judíos y salían al otro lado con nueva identidad). Al final, la interrogaron… Soportó la tortura (tendría que ir en silla de ruedas, pues en los interrogatorios le rompieron los pies y las piernas), pero no lograron que les revelase el paradero de los niños que había escondido ni la identidad de sus colaboradores. Sentenciada a muerte, mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un "interrogatorio adicional". Al salir, le gritó en polaco "¡Corra!". Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. La resistencia habían sobornando a los soldados, y continuó trabajando con una identidad falsa. En 1965 una organización judía le otorgó el título de Justa entre las Naciones y en el año 2007 era candidata para el Premio Nobel para la Paz: «No hice todo lo que pude, podría haber hecho más, mucho más y haber salvado así a más niños», dice en su sencillez, y recuerda los momentos duros al separar a los hijos de sus padres: «ella también era madre y sentía ese dolor tan profundo como si fuese suyo, de hecho todavía lo siente y sufre con esos recuerdos», afirma Anna, una de sus 2 hijas.
Pero, ¿por qué lo hacía? «Se lo he preguntado cientos de veces. Ella simplemente lo hacía porque tiene un corazón inmenso, no hay nada más», explica su biógrafa Anna Mieszkwoska. Elaboraba documentos falsos para los niños, ayudada de monasterios y conventos. Escribía también las verdaderas identidades de los pequeños, y luego enterró las notas en frascos en el jardín de su vecino hasta que los nazis se marcharon. Cuando en 1999 unos estudiantes de Kansas hicieron un estudio se toparon con la maravillosa historia de una auténtica heroína prácticamente desconocida, hicieron una obra de teatro sobre ella, y fueron a verla a Varsovia y agradecerle lo que había hecho por la Humanidad: «Yo no hice nada especial, sólo hice lo que debía, nada más», les decía Irena. En su habitación ya nunca faltan ramos de flores y tarjetas de agradecimiento procedentes del mundo: los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta, pero cuando su historia apareció en un periódico con fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirle: “Recuerdo tu cara…soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…” Recientemente fallecida a los 98 años, llevarán su vida al cine. Tenía una estampita vieja de Jesús Misericordioso con unas palabras que resumían lo que le mantuvo en vida en los peores momentos: “Jesús, en vos confío” (en 1979 se la obsequió a Juan Pablo II). Ella decía: “No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un círculo de bondades, éstas los rodearán y los harán crecer más y más”.