Renzo Buricchi está ya en la ciudad de Prato. Con un especial sentido de observación, descubre lo que está escondido en muchos de los clientes que acuden al Bar Tabaquería.
Pronto empieza a lanzar a los que allí entran, de vez en cuando, una palabra que sorprende a quien la recibe, porque se siente descubierto, conocido, traspasado...
Renzo crece, trabaja, y se enamora de una joven, Misora. Los planes y proyectos quedan entre paréntesis, porque Renzo es llamado a hacer su servicio militar en la ciudad de Bolonia.
Allí goza de mucho tiempo libre. Lee y lee libros profundos sobre filosofía y sobre mística. Hace una inmersión en el budismo, en el hinduismo, en el Islam. Pero ningún libro llega a ofrecerle respuestas a las preguntas que más lleva en su corazón.
Le viene a la mente una idea: leer el Evangelio. Lo había leído en alguna ocasión, sobre todo en clave de valores sociales. Pero sentía como si hubiera una especie de muralla que le impedía comprender su sentido más profundo. Quizá si ahora lo lee desde la fe, podrá comprender más... Pero Renzo se niega a hacer un acto de fe, como si no se sintiese preparado a la misma.
Reconoce, es cierto, que existe un Dios Padre, que ha creado todas las cosas. Había aprendido, desde el ciprés de su tierra natal, verdades profundas sobre la vida. Pero no sabe cómo relacionarse con Dios, cómo hablarle, como llegar a Él.
Renzo, en sus largos ratos de tiempo libre, lee y lee el Evangelio. Se da cuenta de que es un libro sencillo, pero que contiene un misterio fascinante. No basta, entonces, simplemente con leerlo. Hay que “entrar dentro” de este Libro maravilloso.
Termina el servicio militar, y Renzo vuelve a Prato y a su vida ordinaria. Tiene 26 años. Compra el Bar Tabaquería de su tío, y se casa con Misora el 21 de agosto de 1937. Al año siguiente les nace su única hija, María Pía.
Aumenta la tensión interna en el corazón de Renzo. Por un lado, se sorprende al ver cómo tanta gente vive tranquila, sin problemas, sin preguntas. ¿Será que sus deseos por conocer los misterios de la vida no tienen sentido? Hay momentos en los que Renzo desearía vivir como todos: divertirse sin preocupaciones, aprovechar la juventud mientras dure.
Pero en otros momentos vuelven sus preguntas, sus deseos de comprender el sentido de la vida.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial hace que la familia vuelva a Seano, el pueblo natal de Renzo. Allí hay más tiempo para leer y releer el Evangelio, para llamar a la puerta de un libro que sigue sin revelar sus misterios.
Un día Renzo le dice a su esposa que quiere entrar “allí”. Ella le mira sorprendido: ¿no será un poco extraño su marido?
Los fracasos en la lectura se repiten. Renzo, entonces, piensa que debe acompañar sus esfuerzos con una oración, para entrar en contacto directo con Dios Padre. Intenta recordar las oraciones aprendidas de niño, y pide a Dios, desde lo más profundo de su corazón, ayuda.
En ese momento, abre el Evangelio. Ante sus ojos se presentan estas líneas: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 18,3).
Acaba de descubrir, así, la llave para leer el Evangelio. Tiene que volver a mirar el mundo con ojos de niño, como cuando veía sorprendido la testarudez de un ciprés enamorado... Tiene que dejar cualquier apego del mundo, hacer un camino en solitario.
En su infancia, un ciprés había permitido a Renzo descubrir que existía un Dios Padre. Ahora el Evangelio le conduce, poco a poco, al encuentro de un Dios Hijo, al reconocimiento de lo mucho que había hecho Cristo por los hombres...
NB: La historia de Renzo Buricchi (1913-1983) ha sido narrada por Marcello Pierucci en Un cipresso per maestro. La fede vissuta da Renzo Buricchi il tabaccaio di Prato, Cantagalli, Siena 2005.