Al parecer los muchachos ya no se declaran a las chicas, según dicen, ni éstas esperan pacientemente a que las conquisten. El proceso para empatarse es tan expeditivo como sacar a una chica a bailar y que ella acepte. Las chicas pasan a la ofensiva renunciando a lo que más les gusta y las eleva, ser conquistadas. Es cierto que las mujeres son las que eligen, pero ceden al hombre la satisfacción de haber logrado el “sí, quiero”. ¡Qué ingenuos! Me parece que se debe rescatar el concepto de noviazgo entre los jóvenes pues en la práctica se ha reducido a un tipo de licencia o carnet que les otorga el derecho a los besos y caricias que, si no fuera por el título, cualquiera diría que es indecencia. No obstante, el flirteo entendido como jugar al amor sin pretender ningún compromiso es la nota característica que se va imponiendo en las fiestas, bailes y reuniones juveniles. El flirteo termina siendo amarga aventura. El noviazgo, por el contrario, es un tiempo que la pareja se concede para crecer juntos en el amor, para alimentar las virtudes y combatir los defectos. Es un período para madurar en el amor, no para consumarlo, es el inicio de una historia, no de un pasatiempo