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Eufemismos

Está claro que en nuestro ambiente sobrepasamos los eufemismos, y llegamos convertir las realidades feas o malas, en bonitas y buenas, con el viejo truco de cambiarles de nombre, creando un lenguaje social, por un supuesto respeto a la libertad de los demás. Así también solemos ridiculizar a otros cuando nos molesta el buen ejemplo que nos dan. Por ello llamamos:

A la infidelidad matrimonial:  "Amistad"

A fornicar:  "Hacer el amor"

A difamar: "Tener tema de conversación".

A la cobardía:  "Prudencia"

Al adulterio legalizado por el divorcio:  "Rehacer sus vidas"

Al bueno para nada:  "Buen chico"

A la superficialidad vestida en "boutiques":  "Personalidad"

A la grosería:  "Franqueza"

Al inmoral:  "Tipo con éxito"

Al hombre bueno:  "Idiota"

Al que perdona:  "Imbécil"

Al hijo dentro del vientre materno:  "Producto"

Al crimen del aborto: “Interrupción del embarazo”

Al no querer tener más hijos por comodidad y cobardía: "Responsabilidad"

A la mujer decente:  "Anticuada"

A quien cree en Dios y lo trata:  "Santurrón"

Al pecado:  "Debilidad"

Al pecado (en otros lugares):  "Producto de una mentalidad retrógrada"

Al malgastar el dinero para meterse en todo tipo de lugares:  "Saber vivir"

Al sonso que lee todo lo que cae en sus manos:  "Culto"

A quien tiene una jerarquía de valores en la que prevalece Dios: "Fanático"

A quien habla o escribe teniendo una jerarquía de valores sin Dios:  "Intelectual"

Al que habla o escribe sin tener jerarquía de valores: "Persona de criterio abierto"

Al que no sabe obedecer:  "Auténtico"

A la mujer dedicada a su hogar:  "Víctima"

Al que se atreve a usar la palabra pecado para sí mismo:  "Escrupuloso"

Al que se atreve a usar la palabra pecado para otros:  "Inquisidor"

Al robo:  "Compensación"

Al engaño:  "Habilidad"

A los espectáculos para degenerados:  "Para adultos"

Al hombre fiel a su mujer:  "Mandilón"

A la pornografía:  "Arte"

A la conciencia cauterizada:  "Madurez"

A la moral de Cristo:  "Viejos prejuicios"

Es muy grande el peligro de ser arrastrados por un ambiente contaminado de mentiras y críticas, por eso vale la pena detenernos para analizar nuestra vida comparándola con nuestros principios -que pudieran estar algo empolvados-. Cuando el hombre traiciona la verdad, se traiciona a sí mismo, puesto que nuestra inteligencia debe enfrentarse a la realidad para conocerla, y no para inventarla.