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Esperanza y vida

 

Todo anciano es abuelo, padre, o solitario buscador de nuevos cielos. Todo anciano se pone en el camino de la vida como quien ya lleva por detrás más de lo que queda por delante. Y, sin embargo, todavía hay un "delante" que lo guía. Camina, espera, vive.

El anciano es compañero de jornada. Todo hombre y toda mujer que quieran aprender los secretos de la vida no pueden dejar de remover, entre los pliegues de su memoria, un consejo o una experiencia que pueda dar luz a los problemas de siempre, pero ahora afrontados como nuevos por quien todavía no sabe qué son las arrugas en la frente...

El joven, quizá, es el que más necesita acompasar sus pasos con el de un anciano teñido con el blanco de la vida. El joven tiende a creer que todo es nuevo, que se puede triunfar con poco, que lo difícil se puede superar rápidamente, que el dinero abre las puertas y cierra los agujeros.

El anciano sonríe y recuerda, y reconoce lo que vale eternamente: el amor, la amistad, la entrega, el sacrificio por una causa noble. El dinero no lo es todo, como tampoco se triunfa con la fuerza, la belleza o con un gran número de amigos influyentes. La pasión del joven puede desbocarse hasta romper los diques de las normas sociales y de la prudencia. La sensatez del anciano puede ofrecer una palabra de aliento precisamente cuando los primeros golpes de la vida llevan al desengaño y a la desesperación.

El adulto también necesita mirar a quien ocupaba el anterior puesto de trabajo. En el sucederse de las primaveras, los que se encuentran entre los 40 y los 60 años perciben más los dolores de la vida y el peso de las derrotas, y pueden perder la frescura y el arrojo de la juventud. Es entonces cuando la voz pausada de los mayores puede abrir horizontes y mostrar caminos que quedan por recorrer, fronteras que hay que conquistar, luchas que hay que afrontar, fracasos que hay que superar...

Y el anciano también necesita del anciano... Si los griegos definían a los amigos como "dos marchando juntos", esta definición vale también para quien ya ha recorrido un largo trecho, pero quiere seguir el camino con el bálsamo de la compañía de quienes nos aman. Un anciano tiene mucho tiempo libre, y necesita de alguien que también goce de esa gran disponibilidad de acción para hablar y, ¿por qué no?, también para actuar y realizar nuevos proyectos.

El mundo no puede dejar de avanzar sin poner bien las bases sobre las que cada generación conquista nuevas metas.

Una generación no puede progresar sin aferrarse a lo mejor que otros nos han legado. La globalización (palabra mágica que muchos usan y que no todos comprenden) no puede ser perfecta si no es una "globalización de las edades", que permita a jóvenes, adultos y ancianos compartir amores, planes y trabajos.

Dicen que mientras hay vida hay esperanza. También se dice que mientras hay esperanza hay vida.

Podemos dar esperanza a nuestros abuelos y padres ya ancianos con nuestra vida llena de amor y de alegría. Y ellos nos darán, discretamente, vida con su esperanza y su alegría realizada en nuestros actos.