¿Se ha planteado usted dónde está la verdadera felicidad? Sobre ello se ha escrito mucho pero por derroteros muy distintos. Todos andamos en busca de la felicidad, pero pocos son quienes pueden decir con verdad que la han conseguido, entre otras cosas, por que con frecuencia se le confunde con la consecución de las metas, antojos y caprichos personales. Se busca ser feliz a base de dinero, amor, poder, fama, comodidad, placer o bienestar físico. Elementos compatibles en sí, si se saben poner en su sitio.
Cuando la selección de futbol de España pasó a cuartos de final en la copa mundial en 1970, mucha gente salió a festejar por las calles. Los reporteros de diversos medios también estuvieron presentes entrevistando gente. Recuerdo el comentario de una señora española, de aproximadamente setenta años, quien afirmó con gran emoción, que aquel era el día más feliz de su vida. Al escuchar aquello pensé: ¡pobre mujer! De ser cierto, se ve que, o la vida la ha tratado muy mal, o en su jerarquía de valores el futbol ocupaba el primer lugar.
Personalmente considero que para ser feliz es indispensable conocer la existencia de un Dios que nos creó por el amor que nos tiene desde toda la eternidad, y que, además, lo hizo para compartir su felicidad. Si además de esto resulta que también ha querido aceptarnos como hijos suyos eso ya es el colmo. Vivir sin fe es como recorrer los mejores museos del mundo con las luces apagadas; sin poder disfrutar toda esa belleza. Por otra parte, en el origen de toda decepción humana está la experiencia de que hasta nuestras ilusiones cumplidas no terminan por hacernos completamente felices.
Ese gran experto del corazón humano que fue Juan Pablo II nos dice: “El mundo donde vivimos está sacudido por diferentes crisis, entre ellas, una de las más peligrosas es la pérdida del sentido de la vida. Muchos de nuestros contemporáneos han perdido el verdadero sentido de la vida y lo buscan en sucedáneos. Buscan la felicidad, pero el resultado es siempre una profunda tristeza, un vacío del corazón y muchas veces la desesperación.
“Ciertamente no es fácil seguir a Cristo, no es sencillo arriesgar por Él la propia vida, pero precisamente en esta capacidad de riesgo reside la nobleza y la grandeza del hombre. No nos arriesgamos en el vacío, sobre la nada; nos arriesgamos en Jesucristo y en su Evangelio; nos arriesgamos en el amor desinteresado a los hermanos.
“Es una trágica mentira enseñar al hombre que la felicidad pueda, o incluso deba, alcanzarse mediante el abandono a las inclinaciones del instinto, sin ninguna renuncia, puesto que es un trágico error confundir la felicidad con el placer o con la utilidad. Esta es la razón básica de tanta desesperación y de tanto aburrimiento.
“La peor de las prisiones sería un corazón cerrado y endurecido, y el peor de los males, la desesperación. Partiendo de la certeza de que vuestra mayor fuerza está en ser personas; en ser personas al lado de otras personas, y de poder realizar juntos cosas estupendas, mi testimonio es éste: sólo en Dios encuentran fundamento sólido los valores humanos”.
Ojalá muchos nos percatemos de ello. ¡Felices Pascuas de Resurrección!