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¿Es el homosexualismo una enfermedad?

Uno de los elementos fundamentales para autorizar los “matrimonios” entre homosexuales, fue el cambio de criterio que tuvo la  Asociación Americana de Psiquiatría en 1973, y que fue seguida, mucho más tarde, por el manual psiquiátrico utilizado en otras naciones –la Clasificación Internacional de las Enfermedades (King y Bartlett, 199). Estas decisiones fueron las que determinaron un nuevo enfoque que ayudaría a consolidar públicamente el movimiento gay a desautorizar, si no es que a acosar y hasta someter a la Inquisición Gay a los disidentes.

La resolución adoptada en los Estados Unidos fue seriamente cuestionada por muchos Psiquiatras de los propios Estados Unidos y de todo el mundo. De hecho se puede afirmar que el debate sigue y seguirá ( un resumen se puede leer en:  Homosexualidad y Problemas de Salud Mental, Por N. E. Whitehead, Ph. D. http://www.narth.com/docs/sp-whitehead.pdf ).

Quienes conocen a fondo el proceso de la adopción de este criterio, afirman que la Asociación Americana de Psiquiatría fue objeto de fuertes presiones por parte de los movimientos gays de los Estados Unidos, de tal suerte que la comisión que fue encargada de esta redacción no se atrevió, a pesar de las graves dudas que tenían sobre la materia, a oponerse a una declaración de normalidad. Los primeros argumentos favor de la declaración, según se supo posteriormente, fueron presentados por psiquiatras homosexuales que supuestamente realizaron protocolos estadísticos para estudiar el fenómeno.

La orientación sexual de los autores del estudio marcó, desde el inicio, una clara orientación y una parcialidad que provocó numerosas dudas. Del mismo modo, quienes analizaron a fondo la forma, los protocolos y la representatividad del estudio pusieron en duda la metodología y su validez. Sin embargo, a pesar de las objeciones que se presentaron, las presiones políticas existentes para entonces y la extensión de las mismas a nivel mundial a raíz de la introducción de la ideología de género en los cubículos de las Naciones Unidas, que vinieron a marcar un cambio radical en las concepciones sobre la natalidad, el aborto y la orientación sexual, hicieron más difícil dar marcha atrás, a tal grado, que hoy resulta prácticamente imposible en muchos foros poner en duda el tema de la salud mental de los homosexuales y las lesbianas.

Sin embargo, no faltan ni estudios ni destacados psiquiatras que sostienen la visión histórica de que el homosexualismo es una enfermedad, cuya característica principal consiste, como es obvio, en una falta de identidad entre lo que bilógicamente se es y lo que se piensa que se es.

Es claro que el solo pensar no crea las cosas –aunque algunas corrientes filosóficas de la corriente idealista piensen lo contrario. El principio de identidad establece que las cosas son lo que son, y este principio va de la mano del principio de no contradicción: una cosa no puede ser y dejar de ser al mismo tiempo y desde el mismo punto de vista.

Quizá algunos aleguen que ciertamente desde la perspectiva biológica o se es hombre o se es mujer (los casos de hermafroditismo, aunque existen, son raros y también son patologías), pero lo que ha cambiado es el punto de vista. Y si, hoy se ha construido un edificio mental cuya base es el “género”, que pretende afirmar que el sexo no es determinante, sino la libre opción que se adopte para “autoconstruirse” por una preferencia, que puede ser, dirían ellos, contraria al propio sexo.

De esta suerte, se pretende decir que el género es un hecho cultural, variable según los usos y costumbres, de tal suerte que es la evolución –dicen que es la modernización- de las normas sociales lo que ha cambiado.

Los defensores de la normalidad homosexual aseguran que si bien es cierto que en el pasado se registraban anormalidades psiquiátricas entre los homosexuales, estas eran consecuencia del acoso social y el sentido de culpa que se imbuía en quienes eran diferentes, por lo que se responsabiliza a la sociedad de esos desequilibrios y según dicho argumento, no es que la homosexualidad fuera una anormalidad per se.

Esta tesis ha llegado a tal extremo, que la nueva pedagogía, en contra de lo que era una preocupación común y normal en el pesado, pretende impedir que el niño se identifique con su sexo, pues ello “coartaría” su libertad de opción. Y se ha llegado al extremo de afirmar que la elección de identidad es mucho más difícil que  la elección de carrera, por ejemplo, por lo que habría que “ayudar” a los niños, mediante el acceso a experiencias diversas, a elegir cuál es su preferencia. A estas inducciones, por supuesto, no las califican de pedófilas, por lo que ya también se prepara la abolición de tales hechos.

El debate está abierto, de allí que adoptar una decisión de legalizar los matrimonios del mismo sexo, resulte una aberración. Después de un análisis sobre el tema, el doctor Whitehead concluye: si hacemos la pregunta: “¿Es la enfermedad mental inherente a la condición homosexual?” la respuesta tendría que ser: “Debería llevarse a cabo otra investigación –no comprometida por los políticos para evaluar honestamente este asunto.”