Pasar al contenido principal

Enseñe la castidad

Aunque no se ofreciera educación sexual en las escuelas, de todas maneras nuestros hijos tienen que enfrentarse a una cultura que los está estimulando constantemente y que está saturada con información errónea sobre la vida sexual. Muchos de los padres están tan confusos como sus hijos. ¿Qué podemos hacer nosotros, los educadores, y especialmente los educadores religiosos? ¿Debemos ignorar este reto a la salud, la estabilidad emocional y la salvación de sus almas?

Yo no puedo en conciencia observar en silencio la destrucción de nuestra juventud. Tenemos mucho que perder, por ejemplo, los líderes del futuro, además de los millones de almas que estos niños representan.

Por eso, yo viajo por todo el país dando conferencias a la juventud, a los padres, a los profesores (y a cualquiera que quiera oírme), para hablarles sobre la castidad. Sí, la castidad. Esa virtud olvidada e irreal de la era anterior a la "píldora".

¿Escucharán?

Sin embargo, es cierto que la juventud de nuestra época no se va a convencer por una mera exhortación a la castidad. Muchos adultos todavía recuerdan la era en la cual el sexo era considerado tabú, y la castidad significaba el evitar cogerse de manos. Pero lo bueno es que los jóvenes al no oír hablar de la castidad, tampoco oyeron hablar de todas las exageraciones que se difundieron a través de la falta de comprensión de esta virtud.

Tenemos la libertad de comenzar desde el principio y enseñar la castidad en todo su resplandor y belleza positiva. ¿Positiva? Sí, muy positiva. Yo les quiero mostrar que la castidad es positiva y que consiste en algo más que evitar las relaciones sexuales, para no quedar en estado, contraer enfermedades, o ir al infierno. La castidad es vivir y respetar nuestra propia sexualidad tal como es, y de la manera que Dios la creó, permitiéndonos participar y encontrar el amor verdadero, que es el amor de Dios. Porque a fin de cuentas, los jóvenes no están buscando relaciones sexuales, lo que están buscando es el amor y eso no lo están encontrando en las relaciones sexuales. Ellos necesitan que se les explique que el amor lo van a encontrar en la castidad.

¿Y cómo creen ustedes que ellos van a reaccionar a esta virtud tan "irrealista"? Pues les diré: ¡con mucho entusiasmo! Los jóvenes de hoy anhelan recibir consejos y guía; ellos quieren que se les explique lo que es el bien y el mal y las razones por las cuales deben guiarse. Ellos se sienten realmente agradecidos cuando alguien les dedica tiempo y se sienta con ellos a explicarles de manera positiva, el porqué no deben tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Muchos de ellos han sufrido en silencio las consecuencias emocionales y físicas de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin ni siquiera saber qué era lo que estaban haciendo mal, ni tener a dónde recurrir para recibir ayuda o apoyo.

Enseñe la castidad, no la sexualidad

Yo no explico los detalles del acto sexual en mi programa de castidad. Las relaciones sexuales son consideradas privadas y sagradas. Un programa serio y profesional, en el cual se promueve la castidad, refuerza estos valores y no los menoscaba. Los jóvenes salen de nuestras charlas inspirados, no excitados. Salen con una idea nueva de respeto hacia este poder tan inmenso que es el don divino de la sexualidad y se dan cuenta de lo maravilloso que es el poder participar con la Divina Providencia en la creación de la vida.

Nuestro Santo Padre, Juan Pablo II, ha reconocido de manera clara y precisa la necesidad de promover una renovación de respeto hacia este don de la sexualidad; y por eso, dedicó varios primeros miércoles de mes, a hablar sobre el tema: "La Teología del Cuerpo Humano" en sus audiencias pontificales. Los jóvenes de hoy también necesitan experimentar este nuevo espíritu de renovación y respeto hacia el don de la sexualidad... Para reconocer por qué las relaciones sexuales son sagradas, por qué son exclusivamente para el uso dentro del matrimonio y por qué Dios ha creado seres humanos de ambos sexos, femenino y masculino. Necesitamos buenos programas en las iglesias y en las escuelas para ayudar a los padres y a los jóvenes a recobrar ese respeto.

Este folleto fue publicado por American Life League y traducido por la Agrupación Católica Universitaria de Washington, D.C. Se reproduce con autorización.