Año de la Eucaristía
“El que pide, recibe”
1) Para saber
Hace tiempo salió en un periódico romano una entrevista a uno de los colaboradores más cercano al Papa Juan Pablo II. Se trataba del arzobispo Giovanni Battista Re. Lleva trabajando junto al Papa los veintidós años de su pontificado. Por ser el sustituto de la Secretaría de Estado tiene que ver al Papa casi a diario. Por ello ha conocido muy bien cómo es el Papa. En la entrevista le preguntaron qué era lo que más le impresionaba de la persona de Juan Pablo II. Monseñor Re contestó: “Sin duda la intensidad de su oración”. Y más adelante continuaba: “En el transcurso de estos años en los que he tenido la alegría y el privilegio de trabajar junto a él y de acompañarle en buena parte de sus viajes, he podido constatar personalmente que este 264° Papa, este pastor profundamente humano, este intelectual de extraordinario vigor, este líder que arrastra a la juventud, es ante todo un hombre de oración”.
Y como muestra relata una anécdota de un viaje que hizo el Papa a España: El Papa había llegado a Madrid y le esperaba para el día siguiente una jornada agotadora. El desayuno estaba previsto para las 6:30 de la mañana y la salida a las 7:00. El que era Nuncio apostólico, Monseñor Antonio Innocenti, se despertó muy temprano ese día y bajó a la planta baja a las 5:30 de la mañana convencido de no encontrar aún a nadie. Pensó recorrer las habitaciones para verificar que todo estuviera en orden, empezando por la capilla. Se sorprendió al ver que la luz de ésta estaba encendida. Abrió la puerta y vio al Papa arrodillado ante una estación del Vía Crucis. Era viernes y era un día con un programa que iba desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche, y el Papa a las 5:30 ya llevaba un rato en la capilla.
Ello muestra cómo el Papa le da una importancia primordial a la oración. Y también así se explica la eficacia de su pontificado.
2) Para pensar
Así como el Papa reza continuamente por la Iglesia y todo el mundo, los demás fieles también han de dirigirse frecuentemente a Dios para presentarle sus peticiones. Ello se lleva a cabo especialmente durante la Santa Misa. Al pertenecer a la Iglesia, “gracias al Bautismo y la Confirmación, el pueblo sacerdotal se hace apto para celebrar la liturgia” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1119), aunque de modo diferente a como lo hacen los sacerdotes que reciben el Sacramento del Orden Sacerdotal. El pueblo de Dios participa del sacerdocio de Cristo y tiene una misión sacerdotal. Por eso, cada vez que un fiel cristiano intercede ante Dios por los demás, ejercita su alma sacerdotal. En la Santa Misa hay un momento en que se invita a los fieles a presentar a Dios peticiones por las diversas necesidades. En primer lugar suelen referirse a las necesidades de la Iglesia: por el Papa, los obispos, los pastores, etc. Después se pide por los que gobiernan y las necesidades del mundo: la paz, la libertad, la prosperidad, etc. Luego se pide por los que están oprimidos por alguna dificultad: los pobres, los enfermos, los encarcelados, etc. Por último se pide por la comunidad presente y sus necesidades. Ya que se pide por todas las necesidades, a estas súplicas se le conocen como la “Oración universal”, o también, “Oración de los fieles”. De este modo, con esta oración termina la Liturgia de la Palabra.
3) Para vivir
No está mal acudir a Dios para pedirle algo que necesitamos. Al contrario, Jesucristo mismo nos aconseja hacerlo: “Pedid y se os dará… Porque todo el que pide, recibe” (Mt 7,7-8). Claro que no habrá que acudir a Dios sólo cuando necesitemos algo, sino también en otras situaciones como para darle gracias o adorarlo.
Aunque la “Oración de los fieles” ya comprende a grandes rasgos la mayoría de las necesidades que tenemos, podemos acercarnos a la Santa Misa con muchas intenciones particulares y presentárselas al Señor. La Misa es un momento muy oportuno para pedirle a Dios por lo que requerimos: la salud de un familiar, por nuestros parientes y amistades, por personas fallecidas, por alguien que no encuentra trabajo, etc. Vayamos, pues, a la Santa Misa con la confianza con que se acerca un hijo a su Padre que lo quiere y que todo lo puede.