El evangelio de Judas ¿falso o verdadero?
¡Pobrecito Judas!, su desgraciada situación de traidor siempre ha despertado, si no la simpatía, sí la compasión de las personas que tienen un corazón bueno. Cuántas veces hemos oído la pregunta de que si Judas se salvó o se condenó. Nos angustia el que un hombre tan cercano al Salvador se haya condenado.
¿Se salvó o no se salvó? No somos quién para juzgar y no podemos saberlo; pero sí sabemos que se arrepintió; que regresó las treinta monedas, y que sólo le faltó acogerse a la Misericordia Divina para haberse salvado, pero, no obstante, pensó que su pecado era más grande que el amor de Dios. Desconfió de su salvación. Era muy libre de salvarse o condenarse, pero él escogió la perdición. ¡Pobrecito Judas!
Judas superestrella
Judas es un personaje cuyo drama ha inquietado siempre a novelistas y cineastas. ¿Se acuerdan de aquella ópera rock llevada también a la pantalla que se llamó “Jesucristo superestrella” ¡A mí me encantó por la belleza de su música y por la originalidad de la puesta en escena de la primera película! Tiene algunos errores con los que no estoy de acuerdo por ser católico, pero hay que tomar en cuenta que quienes la hicieron no lo son.
El Judas de esa película arguye literariamente que a él le tocó la peor parte y se nos presenta como una víctima del destino. “Para que se cumpliera lo que está escrito”. Y eso nos presenta el eterno problema de la predestinación, que los protestantes solucionan diciendo que el hombre nada puede hacer contra su destino. Al respecto, los católicos decimos que el destino conocido por Dios ya toma en cuenta el uso de la libertad humana y la respuesta a la gracia divina. Por lo que nos narran los evangelios nos damos cuenta de que Judas no quiso responder a las oportunidades que Jesús le ofreció para su salvación.
Y ahora... ¡“san” Judas Iscariote!
Y ahora resulta que Judas es inocente y que la malvada Iglesia lo ha calumniado y ha ocultado las pruebas de su bondad. Por lo que estamos viviendo, resulta que es un buen negocio atacar a la Iglesia Católica, y ahora se une al club de agresores la prestigiada comercializadora de la ciencia National Geographic, abusando de la buena fama que hasta ahora había sabido ganarse.
Las cadenas de televisión, aprovechando la temporada de los días santos, han querido sacar este tema porque piensa que es una bomba comercial el absolver a Judas del crimen del que durante ya casi veinte siglos se le ha acusado.
Para causar revuelo y poder vender, la prensa se unió al club de atacantes y en grandes titulares publicaron la inocencia de Judas quien ha sido víctima de un complot de la Iglesia Católica por ocultar la verdad, como supuestamente lo hizo en su tiempo con María Magdalena. Sí, indudablemente, es buen negocio atacar a la Iglesia.
El Evangelio de Judas
Los “científicos” de National Geographic presentan un pergamino recién descubierto y restaurado al que llaman “el evangelio de Judas”, como prueba de su inocencia y de la maldad de la Iglesia.
¿Qué les parece si analizamos un poco la presencia de este documento y de otros parecidos, como el Evangelio de santo Tomás y el de María Magdalena, que se nos presentan como hallazgos que supuestamente hacen tambalear la doctrina de la Iglesia?
Los documentos más antiguos
Todos los cristianos, católicos, ortodoxos y protestantes, tenemos como tesoro de fe los libros del Nuevo Testamento que para nosotros forman parte de la Sagrada Biblia y que los consideramos como inspirados por Dios, aunque hayan sido escritos por hombres.
¿Quién decidió que eran inspirados por Dios? La Iglesia. Y aquí no hablo de la Iglesia sólo refiriéndome al Papa y a los Obispos como suele hacerse, sino de esa Iglesia, pueblo de Dios, comunidad de laicos y ministros que nos congregamos como discípulos de Jesús.
La Iglesia tomó algunos criterios para seleccionar su lista (canon) de libros pertenecientes a la Biblia en general y al Nuevo Testamento en particular.
Consideramos que el tiempo de la revelación pública de Dios se cerró con la muerte del último de los apóstoles, el anciano san Juan. Por lo tanto, el primer criterio para aceptar un libro es que haya sido escrito por los contemporáneos de Jesús y de los apóstoles. El segundo criterio es que se haya usado y citado por los primeros cristianos y que éstos le hayan tenido la reverencia debida a un libro inspirado; es decir, que toda la comunidad lo tuviera como inspirado. La armonía con el resto de los libros sagrados, su unidad de doctrina, su importancia como aporte a la revelación son otros criterios usados para fijar esa lista de libros inspirados.
Todos los libros del Nuevo Testamento llenaron esos requisitos.
Hay que hacer notar que algunos libros contemporáneos no cumplieron estos criterios a pesar de su uso entre los primeros cristianos. Por ejemplo, todos los biblistas hablan de un primer Evangelio de Mateo escrito en arameo (todos los demás libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego), al que llaman Proto Mateo que, incluso, se considera fuente que influyó en la redacción de los tres Evangelios Sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), y qué, sin embargo, no pertenece al Nuevo Testamento ni pertenecería si por ahí apareciera un día de estos.
Había también otros escritos llamados “Logias” que encerraban una colección de dichos de Jesús y que eran importantes ¡pero no inspirados!
Los primeros cristianos contemporáneos a los apóstoles escribieron también cartas o libros que conocemos, pero que la Iglesia no consideró que debieran formar parte de la Biblia, por ejemplo, la Carta del papa san Clemente a los Corintios, la Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles, o el Pastor de Hermas, por citar algunos que están a la mano de cualquier fiel.
Los Evangelios Apócrifos
Desde un principio hubo sectarismo entre los cristianos. Yo creo que es algo muy normal debido a la naturaleza humana. Podemos decir que la historia de la Iglesia y la purificación de lo que creemos se ha debido a la necesidad de dar respuesta a esos hermanos que formularon una doctrina que se apartaba de la doctrina de Jesús y de los apóstoles, incluso en vida de ellos, como nos damos cuenta en las cartas de los apóstoles en las que explican la doctrina para convencer a disidentes en fe o costumbres.
“¡Que crean lo que les dé la gana!”, podrían decir los contemporáneos enamorados de la democracia y que piensan que el criterio de la verdad es que la mayoría esté de acuerdo.
La Iglesia Protestante ha experimentado el fruto de no tener un criterio de unidad: se han atomizado en miles de iglesias, más las que acumulen esta semana.
Los primeros cristianos fueron muy cuidadosos de conservar la unidad de la doctrina y su fidelidad con la de Jesús y sus apóstoles. Permanecieron en la historia los que fueron capaces de permanecer en esa unidad, los demás suelen ser tan sólo una página de la historia, y a veces, ni media página.
Hacia el siglo II surgieron disidencias muy marcadas que, como no podían avalar su doctrina con los textos de la Biblia, inventaron sus propios textos atribuyéndoselos a los mismos apóstoles o a los personajes que los rodearon.
Estos textos tienen un cierto valor histórico porque recogieron algunas creencias de los cristianos de su época y, así, sabemos que los papás de la Virgen eran san Joaquín y santa Ana, o que la mamá de san José se llamaba Abigail. Son curiosidades interesantes que complementan nuestros conocimientos, pero sin mucha certeza.
A estos pseudoevangelios se les llamó “apócrifos” que significa “ocultos”, porque eran usados como documentos secretos de algunas sectas.
Si gustan leerlos, algunas editoriales católicas los han publicado con excelentes estudios y notas que nos ayudan a comprenderlos y gozarlos, porque a final de cuentas son bellos.
¡Pero estos documentos no son inspirados! No llenan los requisitos de la comunidad cristiana y tienen errores de fe garrafales.
Entre estos documentos están el Evangelio de María Magdalena, el de santo Tomás y el nuevo de Judas.
“Nuevo”, que no es tan nuevo como veremos.
La Iglesia debería hablar
Tienen toda la razón, ¡y habla! Ya el Obispo de Lyon nos previno contra este “evangelio de Judas” y nos dijo que es falso, analiza sus errores en un libro que se llama “Contra los Herejes” y nos explicó que los autores de este evangelio eran una secta llamada de los Cainitas, quienes consideraban que Caín era más importante que el Creador y, si eso piensan de Caín, ¿por qué no pensar que Judas es más importante que todos los demás apóstoles juntos?
¿Saben cuándo escribió esto el Obispo de Lyon? ¡En el año 180! Se trata de San Ireneo de Lyon, que ya conocía este “nuevo” documento, que resulta no ser tan nuevo y, además, que ya había sido conocido y desechado por la Iglesia como falso.
A mí me emocionan todos esos nuevos hallazgos que hacen los arqueólogos y estudiosos y espero con ilusión nuevos descubrimientos en esas inmensas minas de documentos que son las tierras cálidas y secas del Medio Oriente. Lo único que siento de esta experiencia es que el aprecio que yo tenía a la seriedad de National Geographic ha disminuido mucho por su afán de sensacionalismo y por su falta de rigor científico al tratar este tema tan apasionante.