PASTOR: ¿A dónde vas angelito, angelito;
corriendo, tan contento,
tan aprisa, tan feliz?
ÁNGEL: No podía venir lento,
¿es que no habéis escuchado el suspiro?
¡Ella me ha dicho que sí!
¡Ella me ha dicho que sí!
Se ha cumplido el tiempo,
en una tarde carmesí,
mientras soplaba suave, dulce, el viento
¡Ella me ha dicho que sí!
¡Ella me ha dicho que sí!
PASTOR: ¿Tiempo de qué, sí para qué?
ÁNGEL: Tiempo de paz, de perdón, de dulzura;
sí al trabajo y a las pruebas duras,
sí al amor y sí a padecer…
PASTOR: Decidme su nombre, decidme cómo es…
ÁNGEL: Era una niña y hoy se ha vuelto mujer.
Su nombre es estrella,
la esclava pura y bella;
es llamada hija, madre y esposa,
es llamada la rosa,
Casa del Pan, escuela del dolor;
tu auxilio y Reina mía,
es su nombre María
y desde hoy es la Madre de Dios.
PASTOR: ¡Oh!, ¡Dios hecho carne!
¡¿Puede Dios rebajarse
y hacerse creación?!
ÁNGEL: Sí, lo hace por amor,
y quiere sentir cooperación.
PASTOR: Ahora entiendo tu prisa y contento,
ahora entiendo porque no ibas lento:
vienes de dejar a Dios
en su primer altar
y vas a informar
que la hija, esposa y madre del Señor
acaba de aceptar.
ÁNGEL: ¡Qué luz, qué felicidad!
¡La niña aceptó!,
¡La mujer aceptó!
¡Qué culmen, qué fiesta a la libertad!
¡Qué dócil, qué toda en su humildad!
¡La niña aceptó!,
¡La mujer aceptó!;
Tocó a ser uno la criatura y el Criador.
PASTOR: Angelito, angelito del Señor;
Angelito, angelito alado:
¿y qué hubiera pasado
si hubiera dicho que no?