Dios Llama A Quien Quiere
Carta del 22 de febrero de 1977
Se ve claramente en todos los casos que Dios llama a quien quiere, que el llamado no depende de nuestras cualidades, de nuestros méritos, sino de su amor de predilección. Toda la Escritura nos enseña esto: Dios se adelanta por amor a cualquier iniciativa del hombre. No me habéis elegido vosotros a mí. Yo os elegí a vosotros, éstas son las palabras del Evangelio. A ti, a mí, a todos nos ha escogido Dios por amor, nos ha asociado a su cruz y a su gloria; nos pide seguir tras sus huellas dolorosas y al mismo tiempo nos inunda de la experiencia de un amor incomparable.
Yo, al menos, cada día voy descubriendo esa infinita riqueza de Dios. Cada día descubro que el hecho de haber sido llamado por Dios no tiene ningún parangón en esta vida: ni las mayores riquezas ni los amores humanos más nobles significan nada frente a la posibilidad de sentir su amor un segundo. ¡Qué seguridad! ¡Qué fortaleza ante cualquier problema o dificultad nos da la fe en su presencia! Así comprendo cada vez mejor la experiencia de san Pablo, quien decía que nada le podía separar del amor de Cristo.
Ojalá pudiéramos transmitir a los hombres de hoy esta experiencia, no con palabras, sino con el testimonio de nuestra vida. El testimonio hiere las conciencias adormiladas de los hombres que yacen indiferentes ante la gran responsabilidad de vivir y dar sentido a su vida. Nuestro sentido cristiano de la vida debe ser la llama que encienda el amor entre los hombres que se alimentan de odios azuzados por ideologías y filosofías extremistas. La vivencia de un Evangelio sin barreras y sin interpretaciones personales debe convertirse en la luz que ilumine este mundo que camina en las tinieblas.