¿Eres de la generación de los rebeldes? Sí. Eres joven y estás orgulloso de ello. Pero, y la rebeldía, ¿por qué? Es verdad que hay muchas cosas que te molestan: te fastidia estudiar, odias las verduras, vives preocupado por el gramo de más que has aumentado; te incomoda la sobreprotección de tus padres, te aburren los mismos juegos, el que te manden a dormir privándote de ir a la discoteca… Te desagrada que te compren Tomy Hilfiger cuando querías Zara o, mínimo, un Calvin Klein. Te hastía que te recomienden qué ver en televisión, a qué páginas acceder, qué carrera elegir, qué decisión tomar… pero dentro tienes buena voluntad. ¿Qué hacer? El periodo cuaresmal se presenta propicio para hacer una pausa y reflexionar hondamente.
Es bueno detenerse un momento. Serenarse. Mirarse al espejo, estar frente a frente contigo mismo. ¿No estarás exagerando? ¿No es una actitud hipocondríaca la que estás tomando? ¿No te estarás doliendo de algo que deberías agradecer?
En la mayor parte del continente africano, y buena parte del americano y el asiático, hay niños a los que el estudio no les pesa pese al calor insoportable, a la falta de material académico, a no tener instalaciones, a padecer constantes pandemias, conflictos bélicos y catástrofes naturales. Quieren superarse, ponen los medios y eso les basta.
¿Odias las verduras? A muchos les duele el hambre. Sueñan tan solo con poder saciar su sed. En centenares de campos de refugiados, en miles de comunidades indígenas, en millones de familias pobres y desheredadas extendidas por todas partes del mundo, ya quisieran tener seguro, tan solo por un día, el plato de verduras, habas o lentejas que nosotros rechazamos.
¿Vives a dieta? Cada segundo mueren de tres a cuatro niños por desnutrición. Mueren a causa de una dieta que no eligieron y que la penuria les impuso.
¿Y la sobreprotección de los padres? ¡Qué lástima! Para otros sería una suerte. Millones de niños vienen al mundo sin la oportunidad de conocerlos. Algunos más ya no los tienen: entregaron su vida por ellos protegiéndoles de una bomba, de un disparo, de una mina antihombres, desgastándose en el trabajo para ofrecerles un día sin hambre…
¿Te aburren los mismos juegos? Conozco imágenes de niños congoleños, etíopes y del Sudán que por la mañana se distraen con huesos de animales; por la tarde, con huesos de animales; y, por la noche, con huesos de animales también.
¿Te compraron Gucci y tú querías Armani? Otros sólo tienen lo que les manda la ayuda humanitaria internacional. Sus zapatos son plásticos de refrescos; sus vestidos, telas viejas y descosidas; su mejor traje, una sonrisa.
¿Te fastidia que te manden a dormir? Ellos no quisieran despertarse nunca. Querrían saber que todo es una pesadilla, un mal sueño, una mala noche…
¿Te fastidia que te recomienden qué programas ver, a qué páginas acceder, qué lecturas hacer, qué carrera elegir…? Millones de seres humanos, millones y millones de niños y niñas, no tienen televisión, no conocen el internet, no saben leer y jamás escucharán qué y cómo es una universidad.
Ellos viven así día tas día, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo. Y aun así les queda espacio para regalar una sonrisa, un guiño, un gesto de amistad y agradecimiento. De esta manera manifiestan que se sienten dichosos de tener vida todavía aunque, en frecuentes ocasiones, ésta se extinga tras el último brillo de su mirada pura y resplandeciente.
La cuaresma no es, como muchos creen, un simple e impositivo prohibir. Es un camino. Un pasaje que pide de nosotros donación y ofrecimiento: amor en definitiva. Es imitar a Jesús que sacia a los pobres y que, a la par, se presenta en ellos como necesitado. Y es que «hoy el Señor escucha el grito de las multitudes hambrientas de alegría, de paz y de amor», como recordaba el Papa. Éstas son, además de la miseria material, los otros tipos de penuria que aquejan hoy a buena parte de la humanidad: la pobreza que dice tristeza, que dice desunión, soledad, guerra y falta de afecto.
¿Todavía nos puede doler algo? ¿Aún somos capaces de quedar indiferentes ante todo lo que hemos recibido? Tenemos más de lo que necesitamos para ser felices. La cuaresma se presenta como una oportunidad magnífica de peregrinación interior, esto es, de reflexionar agradecida sobre todo lo recibido. Y así, este tiempo se transforma en una circunstancia propicia para trascender los tabúes típicos de quien juzga negativamente a este periodo litúrgico. Se presenta como método de acción que nos lleve a ayudar al prójimo ofreciéndole, sobre todo, nuestro amor.
La cuaresma ha empezado. No estamos lejos de ponernos al día. De encauzar la aparente rebeldía, de caminar al encuentro de Cristo en nuestros prójimos y, a la vez, de acompañar a Cristo a socorrer a nuestros semejantes. De un buen examen, de sabernos depositarios de tantos beneficios, puede emanar una buena decisión que supere tópicos y prejuicios insulsos. Que nos indique qué significa en verdad este tiempo de encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios. Eres joven, siéntete orgulloso de ello.