A inicios de septiembre de 2007 la Autoridad Británica para la Fertilización y la Embriología (cuyas siglas en inglés son HFEA) publicó un estudio favorable a la legalización de experimentos que produzcan y usen embriones humanos “cíbridos” (un tipo especial de embriones “híbridos”).
¿Cómo funcionarían esos experimentos? Los laboratorios tomarían algunos óvulos de animales. Después de quitarles el núcleo, introducirían en los mismos el núcleo de una célula humana, y luego activarían el óvulo de forma que se desarrollase como si fuese un embrión.
El recurrir a óvulos de animales tiene varias motivaciones. Entre otras, se evitan peligros que se dan en las mujeres cuando participan como donadoras de óvulos en este tipo de experimentos. Además, aumentaría notablemente la disponibilidad de óvulos para la experimentación, pues son menos los obstáculos que existen a la hora de extraerlos de animales.
¿Qué se obtendría con este tipo de experimentos? Se obtendría un ser vivo con un ADN humano en el núcleo y con otros materiales biológicos (citoplasma, mitocondrias) no humanos. Este ser vivo ha sido llamado en inglés “cytoplasmic hybrid embryo” (también llamado “cybrid embryo”), “embrión híbrido citoplasmático”, en cuanto contendría ADN humano y ADN animal (presente en las mitocondrias). El ADN humano sería más del 99 % del ADN total, por lo que se supone que este embrión sería prácticamente un embrión humano, aunque sobre este punto puede haber ciertas dudas en el mundo científico, como diremos en seguida.
El proyecto no es totalmente nuevo, pues ya se han realizado algunos experimentos de este tipo en China y en Estados Unidos. Hay que tener en cuenta, además, que en Gran Bretaña la ley permite producir embriones humanos destinados a la experimentación (es decir, destinados a ser destruidos en un experimento). Lo que ahora se propone es autorizar la creación y uso de embriones híbridos citoplasmáticos.
Conviene dejar claro que no estamos ante un clon, sino ante un híbrido especial, en el que inicialmente el citoplasma es no humano y el núcleo sí es humano. No se trataría, por tanto, de un híbrido en sentido estricto, que sería posible a través de fecundar un óvulo animal con un espermatozoide humano (o un óvulo humano con un espermatozoide animal).
Por lo tanto, ahora no hablamos de embriones híbridos normales (en el caso de que sea posible conseguir tal hibridación), sino de la eventual creación de “embriones híbridos citoplasmáticos”.
Las preguntas ante esta propuesta son muchas. La primera, la más importante, es: ¿qué se obtiene al hacer un embrión híbrido citoplasmático? ¿Es de verdad un embrión? ¿Es un embrión humano? Para algunos, la respuesta sería afirmativa. Pero otros tienen serias dudas: ¿no se trataría de una nueva especie animal en la tierra, a mitad de camino entre lo humano y lo no humano? ¿No sería simplemente un puñado de células desorganizado y, por lo tanto, que no llegaría a convertirse en un verdadero embrión?
A la hora de emitir un juicio ético hay que tener en cuenta las diversas alternativas. Si el resultado del experimento fuese un embrión humano, merecería el respeto propio de todo ser humano: es injusto producirlo y crearlo para luego destruirlo, como es sumamente injusto el que ya sea posible crear y destruir embriones humanos usando óvulos humanos.
Si para algunos la hibridación produciría un embrión humano “especial” o raro, ello no quitaría su valor, su dignidad: todo ser humano merece ser respetado y acogido, defendido y tratado simplemente por ser lo que es, por su condición humana, que le hace merecedor de un trato justo y de la protección ante cualquier tipo de agresiones por parte de otros.
En cuanto a los que tengan serias dudas sobre la condición humana del embrión híbrido citoplasmático, la ética nos dice que tampoco en ese caso sería lícito emprender estos experimentos, mientras no se supere el estado de duda. Nunca será correcto usar y destruir un ser vivo producido en laboratorio sobre el que se duda de si sea o no sea un individuo humano. En caso de duda no podemos trabajar con realidades biológicas que pudieran tener el valor propio de todo ser humano.
Por lo mismo, este tipo de experimentos debería quedar totalmente prohibido mientras subsista la duda de si se estarían produciendo seres humanos, aunque fuesen seres humanos “especiales”: tener una diferencia especial o algo “raro” no debe convertirse nunca en motivo para tratar a un ser humano como animal de laboratorio.
La segunda pregunta gira en torno al fin que se quiere dar a este tipo de experimentos. Según nos dicen, la creación de embriones híbridos permitiría producir células madre con el mismo ADN de personas con enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson o parecidas, para ver cómo se desarrollan tales células y así estudiar las posibles maneras de prevenir o paliar esas enfermedades.
El juicio ético sobre el fin supuestamente terapéutico de estos experimentos depende de la respuesta a la primera pregunta: ¿cuál es el resultado obtenido en el laboratorio al introducir ADN humano en un óvulo animal al que se ha quitado el propio núcleo? Si se trata de embriones humanos, nunca pueden ser usados, ni siquiera para el progreso de la medicina, pues ello va contra la ética y contra la justicia. Si no hay una respuesta clara, tampoco sería lícito usar esos embriones mientras no se salga de la duda.
Hemos de recordar que nunca un fin bueno puede justificar un medio malo. Descubrir nuevas terapias para enfermedades sumamente dolorosas no hace éticamente bueno un experimento que pueda ir contra la dignidad y contra la vida de embriones que sean humanos o sobre los que exista una mínima duda acerca de su posible condición humana.
La investigación científica sobre embriones híbridos es, por lo tanto, éticamente reprobable. Los médicos, los científicos y la sociedad entera mostrarán su amor a la justicia y su respeto de los principios éticos fundamentales si rechazan y logran bloquear una experimentación tan llena de dudas y tan contraria al respeto que merece cualquier ser humano, aunque sea un embrión pequeño y desvalido.